Intolerables métodos de protesta
El triste incidente vivido ayer en los alrededores de la Iglegia Conventual de Santo Domingo, tras la manifestación de un grupo de ecologistas por el presunto maltrato inflingido a los animales recogidos en la perrera El Refugio, da la razón a los que denuncian, hace algunos años, un deterioro de la convivencia y de los modos usados para expresar la discrepancia o la reivindicación. Nadie va a poner en cuestión, a estas alturas del siglo XXI, que la crueldad con los animales es un delito que merece la persecución que la Ley contemple. Si algunos sectores de la sociedad consideran que es demasiado laxo el castigo, tienen recursos administrativos para solicitar el endurecimiento de las penas.
Actualizado: GuardarEn cualquier caso, sean los hipotéticos maltratos los que sean, la petición de un escarmiento ejemplificante nunca puede solicitarse a través de métodos tan repugnantes como los que se denuncian. Más allá de que se esté de acuerdo con las corridas de toros o no, de que cualquier persona sea implacable o tolerante con las malas condiciones de vida (o de muerte) de unos perros, es inaceptable que para llamar la atención sobre esos casos se maltrate a seres humanos. Aún resulta más reprochable que los destinatarios de la ofensa sean representantes institucionales, es decir, delegados de toda la ciudadanía, democráticamente elegidos y prolongación administrativa de los gaditanos, les hayan votado o no. El ridículo vivido ayer llega a tal punto que resulta necesario pedir que se trate a las personas, al menos, igual que a los animales a los que se quiere proteger. Insultar, coaccionar, agredir, amenazar o intimidar a personas que teóricamente (y de forma colegiada, en el peor de los casos) consienten esa crueldad hacia las bestias no es forma de pedir que se trate mejor a los animales. Determinados sectores, muy minoritarios, de las asociaciones proteccionistas tienen el defecto de tratar a las personas como si fueran animales para exigir que a los animales los traten como a personas. Quizás el punto de encuentro estaría en reclamar un trato digno para todos los seres vivos, incluyendo a las mujeres y a los hombres, que no merecen ser acosados ni vejados física o verbalmente en ningún caso.
El episodio vivido ayer en Cádiz -en el entorno festivo y tradicional de las fiestas patronales, para mayor escarnio- tiene precedentes similares en el último festejo taurino que se celebró en la ciudad, en el que también se produjeron ataques intolerables a personas que acudían a los tendidos y que no merecen un trato similar por muy en desacuerdo que se esté con ellas. La única lectura positiva que puede tener el bochorno vivido ayer entre Santo Domingo y Sopranis es que no se vuelva a repetir y que todos los ciudadanos contemplen las fronteras que no pueden superar para reivindicar cualquier acción legal, por justa o legítima que les parezca.