AÑOS 80. El inventor del cubo, Ernö Rubik, muestra uno de sus ingenios.
Cultura

La lección de geometría más rentable de la Historia

El profesor de arquitectura Ernö Rubik sólo quería explicar a sus alumnos una lección de geometría de un modo sencillo. Así que para facilitar la comprensión a los estudiantes de la Academia Húngara de Artes Aplicadas y Oficios creó un rompecabezas mecánico, aparentemente simple pero que adquiere una enorme complejidad debido a sus múltiples combinaciones. No se sabe si el modelo que creó en 1974 -el primigenio tenía cuatro cuadrados en cada cara, aunque el que se utiliza en la categoría reina de los campeonatos es el clásico de nueve- les fue útil a los estudiantes, pero desde luego a él le solucionó la vida, porque desde que empezó a comercializarse en la década de los 80 no ha dejado de proporcionarle astronómicos beneficios. De hecho, Rubik es uno de los hombres más ricos de Hungría. Y también uno de los más famosos, muy a su pesar, porque si algo define al inventor del cubo es su carácter introvertido y hosco. De hecho, apenas concede entrevistas y vive recluido en su casa de Budapest.

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Según ha comentado en sus escasas apariciones en la prensa, su afán por huir de los medios de comunicación -ni siquiera va a los campeonatos de su célebre rompecabezas- surgió como reacción al boom que el juguete tuvo en los ochenta. Para una persona tan reservada y ensimismada como él, que procedía de un país comunista, aquel fervor comercial fue demasiado: «Estuve viajando por todo el mundo, sin ver nada más que las paredes de mi hotel, los aeropuertos y las salas de reuniones. Fue una época excitante, pero también muy difícil y muy cansada Me podría haber desbordado fácilmente».

«Buscando la armonía»

Así que antes que perder el control, el profesor y escultor húngaro, hijo de un ingeniero aeronáutico y una poetisa, decidió desaparecer de la escena pública que amenazaba con devorarle. Ahora, que ya ha superado la sesentena, prefiere pasar horas y horas en su estudio y vivir con su mujer y sus cuatro hijos. «Se podría decir que estoy buscando la armonía, el equilibrio adecuado, la correcta proporción de la vida», explica con afán matemático.

Desde luego, en sus planes vitales no parece influir que su cubo se haya vuelto a poner de moda, ni que se haya convertido en el icono de una época -una pequeña explosión de color en los grises años del telón de acero-, ni que algunos coleccionistas lleguen a pagar 600 euros por algunos modelos originales (los hay de varias clases, con diferentes formas, con más o menos cuadrados). También parece ajeno a la excentricidad de la firma Cartier, que realizó un cubo de diamantes que cuesta un millón y medio de euros. Con la vida más que solucionada, para él, su puzzle es, ante todo, una metáfora de la vida misma: «El poder del cubo es que está basado en contradicciones: es simple y complejo, estable y flexible, fácil de entender y difícil de resolver».