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MILENIO

Guadalquivir

El análisis de la política cotidiana enseña mu-cho, instruye más y te inicia con solvencia en el ejercicio de la deducción. Maduras con ella, por decirlo en una frase. Por ejemplo, la política andaluza: pese a que desde los tiempos de Noé nos gobierna el mismo signo so-cialista («socialdemocracia» en los tiempos que corren), la crónica de la Andalucía política siempre ofrece ángulos, perspectivas y sobreentendidos que nos incita a pensar y deducir; es decir, sin restar las aportaciones de los poetas, y muy especialmente a García Lorca, es mérito achacable al debate político que los ciudadanos de esta tierra tengamos claro que el río Guadalquivir es para nosotros lo que el Nilo es para Egipto.

JUAN TEBA
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Y aunque más del noventa por ciento del habitat circulante del Guadalquivir discurre por el espacio andaluz, varones políticos insignes, como el licenciado extremeño Rodríguez Ibarra, algún notable murciano y varios príncipes concretos de la oposición política andaluza, hayan debatido con ardor sobre la cuestión, e incluso poniendo en duda la necesidad de esa administración. Y tiene su lógica y su legitimidad: ese río, además de consolidar nuestra identidad andaluza inicia a muchos hijos de esta tierra en el descubrimiento de hermosas metáforas y en el conocimiento del autogobierno re-gional.

La observación política, igualmente, nos permite reconocer la ambición, la grandeza, la mezquindad, el contubernio, la mentira disfrazada de verdad y ésta amordaza por los miedos de algunos representantes políticos; y ellos, los representantes públicos, somos todos, no hay que olvidarlo.

Pero volviendo al río Guadalquivir, hay que recordar, o anunciar para el que no esté al loro, que a partir del próximo mes de Julio el gran río que despidió al rey árabe Al Mutamid hacía el destierro eterno estará en manos andaluzas como no lo estuvo nunca en la historia y deberían programarse, pues, lucidos fastos, sentidos encuentros, ciclos líricos y musicales y exaltaciones al gran padre líquido que nunca se detiene en su búsqueda del océano.

Para que las generaciones venideras ya estén metidas en la necesaria corriente de reconocimiento del río y la infancia lugareña que está llamando a la puerta de la vida le resulte el Guadalquivir tan íntimo como el regazo materno y tan familiar como un olivo.