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Opinion

Pakistán: fin de partida, de Enrique Vázquez

Como actores consumados, pero espíritus prácticos, tanto el general Musharraf como Benazir Bhutto, protagonistas visibles del drama que, bajo control, se desarrolla en el escenario institucional paquistaní, dejaron caer ayer que han alcanzado un acuerdo que unos llaman de reconciliación y otros de reparto del poder.

ENRIQUE VÁZQUEZ
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Aunque la señora Bhutto había dicho el martes que la negociación estaba completamente estancada y negó que el general-presidente hubiera cumplido su compromiso, nadie lo creyó porque el guión de este drama estaba escrito con detalle, tiene como empresario insoslayable a Washington y el tiempo tasado: este sábado será reelegido Musharraf. Las cámaras (parlamento estatal y cuatro asambleas regionales) tendrán ausencias notables de grupos islamistas o, simplemente, opositores, que con su boicot quieren deslegitimar la reelección, pero no pueden evitarla numéricamente. Su argumento políticamente más sólido es que se trata de instancias que van a cambiar con las casi inminentes elecciones legislativas y que la reelección debía, pues, esperar.

Musharraf descansa ya en su arreglo con la señora Bhutto, que será primera ministra tras los comicios de enero si todo va como está previsto en el guión, y puede prometer, como ha hecho, que buscará una confirmación de la confianza por las próximas cámaras que dispondrán eventualmente de una mayoría hecha de la alianza entre el PPP (PP Paquistaní, de Bhutto) y su propio campo, la Liga Musulmana Paquistaní. Con este montaje el general obtiene lo que busca (se le rehabilita, terminará como un presidente legal, no como el golpista que fue en 1999), Benazir Bhutto lo suyo (volver indultada, gobernar y forzar al presidente a dejar la jefatura de las poderosas Fuerzas Armadas) y los norteamericanos la seguridad de que las nuevas (¿nuevas?) autoridades harán todo lo necesario contra los islamistas, tanto los terroristas de Al-Qaeda o talibanes como los políticos, los que juegan el juego. Bhutto ha sido clara: no dudará en permitir un bombardeo norteamericano en suelo nacional paquistaní si eso permite matar a Bin Laden o gente de su envergadura. Fin de partida en Islamabad.