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EL COMENTARIO

Firmeza contra Ibarretxe

El próximo día 16, el lehendakari será recibido por el presidente del Gobierno en Madrid. Ibarretxe pretende que esta reunión sea el principio de la negociación encaminada a conseguir un acuerdo político con España. Rodríguez Zapatero ya ha manifestado con claridad que sobre las bases de la hoja de ruta enunciada por el jefe del ejecutivo vasco no hay nada que negociar, por cuanto lo único que éste puede esperar de la entrevista es una rotunda y frontal negativa, que por otra parte no será más que la prolongación de la que ya recibió en su día el primer Plan Ibarretxe.

ANTONIO PAPELL
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Cabe preguntarse -y a buen seguro que se lo preguntará la oposición en voz bien alta- si tiene sentido oficializar una entrevista entre Ibarretxe y Zapatero para obtener tan exiguo resultado que está además fijado de antemano. Y, en principio, nada se opone, sino al contrario, a que la discrepancia entre instituciones se conduzca con respeto, en un marco dialogante y sin estridencias. Pero esta concesión a las formas ha de producirse de tal modo que no dé lugar a equívoco alguno: el mensaje de quien representa en esta coyuntura al Estado debe ser rotundo: no habrá otra reforma territorial que la que se canalice por los procedimientos constitucionalmente tasados.

Efectivamente, si desde el primer momento se cierran todas las puertas a lo imposible, se conseguirán dos objetivos: de un lado, que no se creen falsas expectativas ni, por lo tanto, frustraciones en la sociedad vasca; de otro lado, que la militancia nacionalista sepa a qué atenerse desde el primer momento.

Finalmente, hay que señalar que la rotundidad de Zapatero frente a Ibarretxe tendrá un efecto positivo sobre la situación política de este país, que, cuando la reforma territorial ha recorrido medio camino apenas y todo el viaje realizado está a expensas de lo que diga el TC del Estatuto de Cataluña, está cargada de incertidumbres. Conviene recalcar, en fin, que nuestro régimen político está abierto -aunque el parto sea doloroso- a aventuras territoriales como la catalana, que han pretendido de buena fe discurrir por los cauces procesales establecidos, pero que no va a ceder a un órdago como el planteado por el nacionalismo vasco, que habla abiertamente -aunque no por boca de Ibarretxe todavía- de plantear un conflicto jurídico insoluble y de utilizar incluso la desobediencia civil para conseguir objetivos unilaterales. Como ETA, pero sin sangre.

Conviene, en fin, que no quede implícita la negativa a aceptar incluso el planteamiento de Ibarretxe cuando habla de acuerdo político con España. Euskadi es España y no puede pactar obviamente consigo misma... Dicho lo cual, es necesario remachar el criterio central que debe regir en este asunto: el Estado español se sustenta sobre una única soberanía, la española, de la que somos titulares todos los ciudadanos. Lo cual explica que la institución del referéndum, que es la expresión de tal soberanía, esté tan bien tasada en la Constitución.

Si se quiere, no es preciso recurrir a los términos técnicos: yerra Ibarretxe si piensa que Euskadi será lo que quiera la mitad más uno de los vascos: el destino de los pueblos de España corresponde al conjunto de todos ellos, que acordaron esa unidad al suscribir el gran pacto constitucional.