![](/cadiz/prensa/noticias/200710/04/fotos/010D4JE-JER-P7_1.jpg)
La hermosura doliente
Una de las más cautivadoras advocaciones de la Virgen se muestra todos los días del año en un magnífico altar cerámico
Actualizado: GuardarEn un marco tan magnífico había que meditar mucho antes de dar cualquier paso. Entre tanta armonía no cabe una nota a destiempo. Y vive Dios que lo consiguieron finalmente. El milagro tardó en obrarse. Nada menos que ocho años. Probablemente, a aquellos primeros cofrades de donde partió la idea de tamaña maravilla se les saltarían las lágrimas cuando el día 7 de diciembre de 1952 se procedía a la bendición del altar cerámico colocado en dicho lugar, con la inigualable Dolorosa del Mayor Dolor.
La Virgen estaría para siempre con los suyos, con Jerez y con sus gentes. Si San Dionisio se encontraba cerrado, ahí estaba Ella para consolar a cualquier devoto en busca de una oración con María.
Sigue estando hoy en día, mientras se espera a que se inicien unas obras que deberán fortalecer las piernas del templo mudéjar asentado en el corazón de Jerez. Cuando un devoto o cofrade del Dolor pasa por ahí, no hay más remedio que echar una mirada a la preciosa obra, a ése azulejo que bien podría ser paradigma de los azulejos jerezanos.
Por encargo
Se encargó allá por los años cuarenta a la famosa fábrica de cerámicas Santa Ana, en el castizo barrio de Triana, Sevilla. La Virgen dolorida se encuentra como en éxtasis, rodeada de un cielo celeste y atormentado a un mismo tiempo. Una cornisa sostenida por unas columnas jónicas, cargadas de ángeles enredados. Y dos faroles forjados que alumbran a la imagen poderosísima del Mayor Dolor. Ángel Saez Marassi, mayordomo actual de la hermandad e hijo del recordado Ángel Saez Lalana, comenta que «si Dios lo quiere, vestiremos a la Santísima Virgen igual que como está en el azulejo cuando vuelva a su casa». Lo dice mientras contempla la sonrisa cómplice del hermano mayor, Francisco Rivelott.
Paco Rivelott piensa en el día del regreso, y sufre con paciencia la espera de unas obras que se hacen de rogar. Unas malditas transfusiones de hormigón en los tuétanos de las columnas que sostienen el templo tienen la culpa de que, unos por otros, la casa esté todavía sin barrer. Rivelott comenta que «el azulejo es uno de nuestros grandes patrimonios; encarna perfectamente lo que representa nuestra Titular».
La Virgen no está sola. Ni desterrada. En el sitio donde ha perdurado durante tantos años, sigue estando presente. Lo que representa para sus hermanos cofrades, el encanto de su dolor desgarrador en el magnífico altar cerámico que se encuentra en las aristas de la iglesia. Lo pueden contemplar todos los jerezanos que quieran. Ella está casi escondida entre las ramas de los dos primeros naranjos de la pequeña placita que sirve de antesala a las dependencias de la iglesia. Lleva un puñal clavado en el pecho y las manos casi dislocadas por el trance de su dolor mayor.
A aquellos jerezanos que hayan pasado siempre de largo les es muy recomendable la visita a tan magnífica obra. Es gratis. Y además es el testigo fiel de que, un día, unos cuantos cofrades con buen gusto quisieron dejar plasmada las huellas del dolor de una Madre jerezana que muestra su pena al pueblo cada tarde de Jueves Santo.