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La F1 sin más Schumacher
Un año más tarde de la despedida de Michael, Toyota se deshace del «hermanísimo» Ralf tras tres años sin victorias y un salario astronómico que ronda los 20 millones
Actualizado: GuardarRalf Schumacher llegó a Toyota con el bagaje de una excitante colección de temporadas. Entre 1999 y 2003 capturó un palmarés potente. Seis victorias, seis poles, ocho vueltas rápidas, 24 podios, dos veces cuarto en el Mundial de pilotos y unos augurios alucinantes que le colocaban como competidor principal de su hermano, el gran Michael que abrumaba con Ferrari.
Su objetivo era el título mundial y no ha celebrado una sola victoria desde que desembarcó en Toyota hace tres años. Un fracaso en términos deportivos. Lo que en Fórmula 1 llamarían incumplimiento de los objetivos, en aras del lenguaje correcto que dice sin decir. «He decidido buscar un nuevo desafío», aseveró Ralf en web.
Le traicionó el árbol genealógico y también el salario. Provisto de un equipaje con enormes esperanzas, Ralf Schumacher fichó por Toyota en 2004 después de que el mayor productor de coches del planeta diese el salto a la Fórmula 1 con miras a convertirse también en un hegemónico imperio deportivo. «Si fuera por los millones que se gasta, Toyota sería campeón todos los años», asegura Flavio Briatore, el patrón de Renault.
El vox populi del paddock -esa fuente virtual que nadie confirma, pero tampoco que nadie desmiente- garantiza que la marca japonesa contrató al menor de los Schumacher por una cifra que ronda los 20 millones anuales. Las penas con pan han sido menos penas para el germano, que no ha ganado ninguna carrera, sólo ha subido tres veces al podio con Toyota (Hungría y China 2005 y Australia 2006) y en la actualidad es el decimocuarto clasificado en la general de pilotos en un año calamitoso.
«Esperé un coche competitivo durante años», dice ahora el alemán, que en China y Brasil disputará sus últimas carreras con Toyota. Lo de siempre. Cuando no hay resultados, los pilotos echan la culpa al coche, y los ingenieros a los pilotos. Salvo en McLaren, donde todos se echan la culpa a todos, es la excusa habitual en la F1.