SIN VELO. Las jóvenes durante un entrenamiento en el gimnasio de Kabul . / AFP
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Guantes de boxeo por burkas

Un grupo de jóvenes afganas, entre trece y veinte años, se entrenan en esta disciplina para los Juegos Olímpicos de Londres en 2012

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Las jóvenes acuden al gimnasio tres veces por semana y entrenan durante una hora en las instalaciones del mismo estadio donde los talibanes solían colgar sus víctimas del larguero de una de las porterías. Ese era el plato fuerte de los viernes de fútbol en la capital. El Estadio Olímpico se encuentra a las afueras de la capital, rodeado de bloques de viviendas edificadas en la etapa soviética y campos de fútbol de arena. La pista de atletismo conserva algo de cemento y en el terreno de juego el verde apenas sobresale del marrón del barro. Un gran cartel del presidente Karzai y otro con la foto del héroe nacional, Massoud, junto a la renovación de los gimnasios interiores son la mayor contribución que estos años desde la caída de los talibán han realizado a las instalaciones deportivas.

Con guantes en vez de burkas, quieren recoger el testigo de Friba Razayee y Robina Muqim Yaar, las dos atletas afganas que participaron sin mucha fortuna en Atenas 2004 en las competiciones de judo y cien metros libres.

«Quiero aprender a boxear para luchar por la paz y por nuestros derechos», declaró a una agencia, Behishta, una púgil de 17 años que se entrena desde la apertura del único club de boxeo femenino. Zarghona, de quince años, aseguró que se enamoró del boxeo después de ver por televisión un combate de Laila Ali, hija de Mohammad Ali que hace cinco años visitó Afganistán como mensajero de la ONU.

Según el entrenador, el ex campeón afgano de boxeo, Abdul Hai Shekib Satari «estas chicas aprenden rápido. Tenemos que empezar a inducir a las mujeres a que participen en deportes y en actividades sociales que les permitan luchar contra una sociedad conservadora».

Este tipo de propuestas son imposibles en las zonas rurales de un país, donde el pensamiento más conservador rige la vida de la sociedad. Sin embargo, Kabul ha conseguido en estos últimos seis años acoger a una nueva generación de jóvenes que quieren cambiar las normas.