Suicidas
Si los periódicos publicaran la noticia cada vez que un joven se suicida, hoy tendríamos en España hacia el suicidio juvenil la misma sensibilidad que hemos desarrollado hacia la violencia contra las mujeres, por ejemplo. Pero el suicidio juvenil -segunda causa de muerte en ese segmento de edad, después de los accidentes de tráfico- no ocupa la crónica de sucesos, luego a efectos públicos no existe. Esta semana CSI Nueva York exponía un caso llamativo: un asesinato en el entorno de un grupo de jovencitas suicidas. Las adolescentes componían una tribu que se llamaba así, suicidas, y que desarrollaban una estética de tipo entre fantasmal y heavy. Hace sólo quince años, estas cosas se planteaban en los relatos televisivos como una reivindicación del derecho de los jóvenes a ser diferentes. Hoy se plantean como un problema de moral social. En realidad, la mayor parte de los productos extranjeros que vemos en televisión plantean problemas de este tipo.
Actualizado: Guardar¿Y en España? Es muy interesante constatar que en España, hoy, el debate sobre cuestiones morales está muy mal visto: uno entra en materia ética y enseguida hay alguien que te acusa de predicar moralina. Ese ambiente es el mismo que uno palpaba en Francia, los Estados Unidos o Gran Bretaña hace veinte años. En esos países todo es hoy completamente distinto, pero aquí llevamos el habitual retraso horario en materia de ideas. Y así, por ejemplo, un género tan binario como suele ser el policiaco -buenos contra malos- muestra aún en la producción española una lectura moral difusa, donde los campos del bien y del mal han borrado sus límites. Un ejemplo es RIS Científica, donde el bueno no es propiamente bueno, sino enrollao, y donde los malos actúan movidos por causas comprensibles. Por ejemplo, ahora tenemos en TVE 1 ese formidable dramón que es Herederos y el espectador comprueba que el bien no tiene abanderado y quienes podrían desempeñar ese papel son tontos o pusilánimes. Lo mismo pasaba en aquel gran dramón frustrado que fue La dársena de poniente. Si la televisión refleja el espíritu de una sociedad, hay razones para ponerse mustio.