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Editorial

Prudencia económica

El descenso del paro en un 0´54% en septiembre ha permitido amortiguar la inquietud que habían despertado los incrementos en los dos meses previos y, en especial, la acusada subida de agosto, que encendió la preocupación sobre la evolución de la situación económica al coincidir con la desaceleración del mercado inmobiliario y con las incertidumbres generadas por la crisis crediticia.

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Está tendencia positiva encontró su excepción en la provincia de Cádiz donde el paro volvió a superar por octava vez en este año la cifra de 100.000 desempleados, con el dato añadido que hay un total de 6.000 parados más que hace 365 días y que la mayoría de ellos son mujeres. El contraste positivo lo hallamos en el conjunto de la comunidad autónoma donde los resultados son los mejores registrados en los últimos 17 años.

A nivel nacional, el repunte en la creación de empleo, motivado por la reactivación de la construcción y de la industria, prueba las dificultades para efectuar un análisis certero en un período de características tan excepcionales como el verano; al tiempo que verifica la extensión de la práctica irregular por la que los empresarios rescinden contratos, que restablecen luego en otoño, para evitar el pago de las vacaciones. Aunque las estadísticas de septiembre parecen haberse reajustado a la realidad de nuestro mercado laboral, habrá que esperar al mes próximo para poder calibrar con mayor exactitud el efecto en el empleo de nuevos factores como el retraimiento de la construcción. No obstante, las cifras difundidas ayer y el hecho de que el aumento interanual del paro se limite a un 2,6%, unidos a la fortaleza del crecimiento español y a la solidez del empleo en la eurozona, contravienen los análisis catastrofistas que habían pronosticado el inicio de un declive económico tan acentuado que podría desembocar en una recesión.

La generación de puestos de trabajo -el Gobieno prevé 418.000 más para 2008- se traduce en el disfrute de un salario familiar que permite, a su vez, afianzar el bienestar y reducir las consecuencias de la moderación en la demanda interna provocada por la inflación y el alza de las hipotecas. Es una evidencia que el empleo atempera los riesgos derivados de un contexto inestable por las turbulencias financieras y la modulación del sector inmobiliario, el principal motor, junto al turismo, de nuestro crecimiento económico. Pero esta constatación no debería llevar al Ejecutivo a seguir desatendiendo los peligros que comportan las carencias del modelo laboral español y los síntomas que apuntan a la existencia de problemas cuyo potencial impacto sobre el sistema resulta impredecible: es lo que ocurriría si se multiplican las quiebras de grupos inmobiliarios que han basado su actividad en la promoción y venta de viviendas con una tasación sobrevalorada. Aunque la industria ha contribuido en septiembre a la recuperación del empleo, no lo ha hecho de manera tan significativa como para garantizar una correcta reabsorción de los eventuales puestos de trabajo que se supriman en la construcción; muchos de ellos lastrados, además, por la insuficiente cualificación de las plantillas. La volatilidad de los mercados financieros y la sombras que ha extendido sobre la economía mundial obligan al Gobierno, pero también a los partidos y a los agentes sociales, a pronunciarse con responsabilidad y mesura sobre la evolución, positiva o negativa, de los indicadores de crecimiento.