Ciudades más verdes
Nuestras ciudades constituyen los motores de la economía europea: en torno al 60% de los ciudadanos vive en un medio urbano y casi el 85% del producto nacional bruto de la UE se genera en zonas urbanas. Todas las ciudades son distintas, aunque compartan retos parecidos: la congestión, la contaminación, la protección de la salud y la seguridad de sus habitantes Una adecuada movilidad urbana refuerza, por tanto, la calidad de vida de los ciudadanos europeos. En toda Europa, un tráfico cada vez mayor en el centro de villas y ciudades ha producido una congestión crónica, responsable del 40% de las emisiones de CO2 y del 70% de otros contaminantes derivados de la circulación por carretera. Y cada año crece el número de accidentes en las ciudades: uno de cada tres siniestros fatales ocurre ahora en zonas urbanas y sus principales víctimas son las personas más vulnerables.
Actualizado: GuardarSi bien es cierto que estos problemas se producen en un escenario local, su impacto se proyecta a escala continental: cambio climático, mayores problemas de salud o cuellos de botella en la cadena logística son algunos ejemplos de ello. Frente a esta ardua tarea, no deberíamos dejar solas a las autoridades locales de las ciudades de Europa. Mi propósito no es imponer soluciones desde el centro, que no se adaptarían adecuadamente a circunstancias singulares, sino más bien definir qué obstáculos existen a la movilidad urbana y cómo pueden suprimirse, a partir de la definición de cinco objetivos clave.
Para empezar, la movilidad de nuestras ciudades ha de ser fluida: el 90% de los europeos piensa que la situación del tráfico en sus zonas concretas debería mejorarse. Los retrasos y otros perjuicios causados por los atascos cuestan a la Unión Europea el 1% de su PIB. La experiencia demuestra que no existe una única solución para reducir la congestión. Habría que lograr que alternativas al uso privado de automóviles, como el transporte público, caminar o ir en bicicleta fueran más atractivas y seguras. Los ciudadanos deberían poder pasar de un modo de transporte a otro con facilidad, mediante buenos aparcamientos fuera del centro de las ciudades. Innovaciones como el uso compartido de automóviles privados o un transporte de mercancías más eficaz pueden contribuir a hacer más fluidas nuestras ciudades.
Junto a ello, el transporte tiene que ser menos contaminante. Los principales problemas medioambientales derivan del predominio del petróleo como combustible del transporte, lo que genera CO2 y emisiones contaminantes. Las nuevas tecnologías limpias deben desempeñar un importante papel para conseguir un transporte urbano más limpio. Las restricciones al tráfico en el centro de las ciudades y la creación de zonas verdes, así como los sistemas de fijación de tasas urbanas, pueden también contribuir a solucionar los problemas, siempre que se mejore el transporte público. Encuestas recientes muestran que la mitad de los ciudadanos de la UE está preparada para pagar un poco más por un transporte que contamine menos.
En tercer lugar, la movilidad ha de ser inteligente. La tecnología nos ofrece enormes posibilidades de mejorarla con tal de que sepamos aprovecharlas. Mientras las ciudades europeas se enfrentan a una demanda constante de transporte de mercancías y pasajeros, nuestra capacidad de construir infraestructuras está limitada por la falta de espacio, los impedimentos medioambientales y la baja aceptación de los ciudadanos. Hay que recurrir a sistemas de transporte inteligentes y a dispositivos de control del tráfico para gestionar más eficazmente la movilidad urbana; en particular, el transporte urbano de mercancías. Los viajeros deberían poder tomar decisiones con conocimiento de causa acerca del mejor medio de transporte, la duración del viaje y su coste.
También resulta fundamental que nuestras ciudades sean accesibles para todos. La sociedad está cambiando: se está haciendo mayor y espera transportes más inteligentes al alcance de su bolsillo, flexibles e integrados, con infraestructuras seguras para poder caminar, ir en bicicleta o usar el vehículo privado. Resulta esencial contar con una ordenación del territorio y una planificación urbana eficaces y concienzudas, con buenos enlaces entre transportes urbanos y suburbanos. Y, por último, el transporte ha de ser más seguro. Aproximadamente, dos tercios de los accidentes de carretera y un tercio de las muertes en la red viaria se producen en las zonas urbanas. Si queremos salvar vidas, tenemos que adoptar medidas para propiciar unos comportamientos, unos vehículos y unas infraestructuras más seguros. Así como garantizar un mejor cumplimiento de las normas de tráfico en todo el territorio de la Unión.
El Libro Verde que acabo de presentar a la Comisión abrirá una amplia consulta sobre el futuro del transporte urbano con Gobiernos, representantes del sector y ciudadanos. Confío en poder impulsar el debate de modo que me permita presentar, en otoño de 2008, un plan de acción con medidas concretas y un calendario de actuaciones. Debemos encontrar conjuntamente los medios de mejorar la movilidad urbana y lograr que todos los ciudadanos europeos puedan acceder a una movilidad sostenible. Ha llegado el momento de poner la movilidad urbana en la agenda europea e iniciar un nuevo capítulo en la política de transporte, trabajando juntos por unas ciudades más verdes.