El presidente surcoreano cruza a pie el límite con el Norte en un gesto para la reconciliación
Roh inicia una visita histórica al país comunista, la segunda de un dirigente de Seúl en siete años El líder estalinista acudió por sorpresa a recibirle
Actualizado: GuardarPrecisamente, la zona desmilitarizada levantada en la frontera fue el lugar que cruzaron ayer a pie -algo inesperado- el presidente surcoreano, Roh Moo-Hyu, y su esposa, Kwon Yang-Sook, en su camino hacia Pyongyang, la capital del Norte. Su comitiva llegó en coche hasta allí, donde les esperaba el número dos del régimen estalinista, Kim Yong-Nan, quien los paseó en una limusina descubierta por las calles de la ciudad.
«Bienvenido» y «por la reunificación de la patria» les gritaba la multitud congregada para celebrar esta reunión, la segunda que mantienen los máximos responsables de ambos países desde que, el 14 de junio de 2000, Kim Jong-Il recibió al entonces presidente surcoreano, Kim Dae-Jung.
Aunque, en principio, no estaba prevista la presencia del 'querido líder' - como le ha bautizado la propaganda oficial-, Kim Jong-Il acudió por sorpresa a dar la bienvenida a sus invitados del sur. Las imágenes difundidas por la agencia estatal de noticias KCNA mostraban a un hierático mandatario comunista que, frente a la alegría que demostró hace siete años al estrechar la mano de Kim Dae-Jung, apenas sonrió mientras saludaba a Roh Moo-Hyun.
A pesar de la emotividad del momento, el dirigente norcoreano se mostró impasible al pasar revista a la guardia de honor y contemplar la calurosa acogida dispensada por las miles de personas que se habían dado cita en la plaza central de Pyongyang agitando flores rosas y blancas.
El encuentro entre ambos mandatarios duró unos doce minutos y, aunque durante el mismo no pasaron de un cordial «me alegro de verle», sirvió como preámbulo a la trascendental cumbre que comienza hoy.
Derribar la muralla
«Esta línea es un muro que ha dividido a nuestro pueblo durante medio siglo. Haré todos los esfuerzos para que mi paso a través de la frontera sirva para abatir esta muralla prohibida con el fin de avanzar hacia la paz y la prosperidad», había dicho poco antes Roh Moo-Hyun al entrar en Corea del Norte. El optimismo con el que ha arrancado la reunión difiere totalmente de la situación vivida hace ahora un año, cuando Pyongyang desató una grave crisis internacional al anunciar que había detonado su primera bomba atómica. Curiosamente, dicho órdago le sirvió a Corea del Norte para retomar un proceso de negociaciones que concluyó en febrero, cuando acordó en Pekín renunciar a su programa atómico a cambio de reconocimiento diplomático, ayuda humanitaria y un millón de toneladas de combustible.
Para ello, el régimen clausuró su reactor de Yongbyon y permitió la vuelta al país de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA).
El objetivo de Corea del Norte consiste en normalizar sus relaciones con EE. UU., que lo había incluido en el eje del mal -aunque según algunas fuentes cercanas a la Administración Bush está a punto de borrarlo de la lista- junto a Irán y Siria, y ser aceptado por la comunidad internacional.
Sin embargo, este objetivo norcoreano es a algo que no aceptan los grupos defensores de los derechos humanos, que critican la violación de las libertades que practica el régimen y acusan al presidente surcoreano, el cuestionado Roh Moo-Hyun, de hacer electoralismo de cara a los comicios que se celebrarán en su país el próximo diciembre.