ETA cumplió los peores pronósticos ayer, a los nueve meses de declarar el alto el fuego, con un potente coche-bomba que provocó el hundimiento de un edificio de aparcamientos del aeropuerto de Barajas e hizo saltar en pedazos la esperanza de una paz duradera. La banda alertó por teléfono una hora antes de la explosión y la reacción de la Policía Nacional y la Guardia Civil logró evitar una masacre, aunque los agentes investigan la desaparición de dos ecuatorianos que supuestamente se encuentran bajo los escombros. En caso de confirmarse su muerte, serían los primeros asesinados por la banda terrorista desde mayo de 2003. El estallido originó una avalancha de cristales, cascotes y piezas de automóvil que hirió a 19 personas, mientras otra onda expansiva, más sutil pero también dañina, acababa con las frágiles ilusiones cultivadas en los últimos meses por la población.