No era una escuela cualquiera
Actualizado: GuardarEn la Escuela Náutica de Cádiz se especializaron los mejores marineros del mundo. Pocos han podido competir con la pericia de los gaditanos, hijos y señores de la mar, como aquellos pilotos canarios que atravesaban el Atlántico un siglo antes de Colón sin más aspiración que conseguir algunos productos que después ellos mismos terminaron cultivando como el plátano, el tomate y la patata; o esos vascos que han inspirado narraciones tan hermosas como ‘Pilotos de Altura’ de Ignacio Aldecoa. Durante años la escuela se situaba en el lugar más adecuado, desde cuyo mástil alzado en el patio podía leerse esa mágica ensenada que configura La Caleta, embocadura de la canal que separó dos de las islas gaditanas: La Roja (Eritheya) donde marinos tirios fundaron Gadir justo al terminar la Guerra de Troya, y la de Los Acebuches (Kotinoussa) en la cual los romanos levantaron la espléndida ciudad donde la bella Teletusa sedujo al poeta Marcial, y cuyas ruinas fascinaron a los geógrafos árabes.
Sorprende el estado de abandono que hoy podemos observar. El actual edificio que sustituyó a otro anterior, también en estilo moderno contextualizado, supone un ejercicio que resuelve con acierto el borde de la ciudad al mar en uno de sus puntos más singulares mediante recursos expresivos del racionalismo canónico aplicados con sobriedad e inteligencia. Obra de 1970 proyectada por José López Zanón y Luis Laorga Gutiérrez es considerada por la crítica especializada como modelo de intervención en un centro histórico.
Si la operación de despojar a Cádiz de centros universitarios resultó una grave pérdida para la ciudad, más disparatado aún parece expulsar de un edificio tan bien situado y resuelto a nuestros futuros marinos. Hace algunos años la Junta de Andalucía propuso demolerlo para construir en su lugar otro de mayor volumen y uso administrativo. Por entonces yo participaba en la Comisión Municipal de Patrimonio donde no se autorizó un proyecto que pretendía destruir uno de los pocos edificios construidos en Cádiz en la línea que sigue el Movimiento Moderno durante los años sesenta, de acuerdo con las propuestas de los arquitectos ingleses de la época, como la Escuela de Enfermería de Juan Jiménez Mata que fue demolida hace poco, y ya fuera del casco antiguo, la Residencia Tiempo Libre en una situación muy semejante a la que padece nuestra Escuela Náutica. Ambos se encuentran en un estado de interesado abandono que propicia su arruinamiento progresivo pese a que hace poco tiempo se conservaban en un aceptable estado constructivo. Parece que la Administración quiere deshacerse de ellos en lugar de buscar usos que garanticen su supervivencia. En el caso de Náutica se ha propuesto la instalación de un Centro de Interpretación o Museo de la Ciudad, acertada idea por el interés y la situación del edificio, en el borde de La Caleta y en el extremo de la fachada cultural y museística que se inicia al norte, en el ECCO, frente al Baluarte de Candelaria.
Me consta que los actuales estudiantes de Náutica añoran La Caleta y musitan: «¿Por qué me desterraste del mar? En sueños la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar». (Rafael Alberti. Marinero en Tierra,1925). Además, muchos tememos que el viejo mástil se desplome y acabe por partir en dos ese carguero oxidado, varado cerca del Fuerte de Santa Catalina, desde donde se pueden contemplar los atardeceres más bellos tomando un te o una copa y leyendo a la luz anaranjada de ese mágico crepúsculo.
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