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Amanece que no es poco

El nivel de frustración es directamente proporcional a la distancia a la que hayamos situado nuestro objetivo

yolanda vallejo
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El mayor inconveniente de tener expectativas altas es que el nivel de frustración es directamente proporcional a la distancia a la que hayamos situado nuestro objetivo. O lo que es lo mismo, eso tan rematadamente cainita de «torres más altas han caído» que repetimos al dictado de la envidia, cuando vemos subir como la espuma al botarate que todos tenemos al lado. Por eso es por lo que optamos, cada vez con más frecuencia, por ese eufemismo tan versátil de «perfil bajo» que lo mismo sirve para escaquearse de las obligaciones que para aguantar el temporal de una crisis o para mantenerse eternamente en un cargo. La proporción es facilona, cuanto más bajo sea el perfil menos serán los desollones de la caída, y cuanto más esperanzas tengamos en algo o alguien, mayores serán las heridas y mucho mayor la decepción que nos cause su tropiezo.

Nos pasa mucho, usted sabe del desengaño tanto como yo. Aquel 13 de junio de bastones al viento -nada comparado con las majorettes de Artur Mas, aunque entonces ni lo sabíamos- hasta nos lo creímos. Yo misma, en mi ingenuidad -o en mi rotunda ignorancia- incluso le pedí encarecidamente a José María González que no nos decepcionara. Y tanto me gustó lo del «somos navegantes del mismo tiempo» que hasta pensé que iba en la proa del Titanic con nuestro Alcalde detrás, a lo Leo Di Caprio. Pero la realidad supera casi siempre a la ficción y en menos de cuatro meses hemos convertido, unos de palabra, otros de obra y la gran mayoría de omisión, esta ciudad en la secuela perfecta de Amanece que no es poco. El símil no es mío -que yo soy más de Berlanga y usted lo sabe- sino de un exconcejal socialista -de los de toda la vida- que con una claridad pasmosa me recomendó esta semana volver a ver la película de José Luis Cuerda. Y así lo he hecho. He visto la película y he llegado a la conclusión de que no hay nada nuevo bajo el sol. Que lo de las asambleas -glorioso el momento en el que el movimiento asambleario elige los cargos anuales del pueblo, «yo he pensado que también me interesaría ser intelectual, como no tengo nada que perder….»-, lo de la admiración por Faulkner, lo de las conversaciones sobre Dostoievski, los disidentes del Coro del Ejército Ruso y hasta lo de «Yo podía haber sido una leyenda... o una epopeya si nos juntamos varios...» ya lo habían dicho y hecho antes. ¡Qué pesadez!, en serio, no hay semana en la que no tengamos algo de qué hablar en los bares, en las puertas de los colegios, en el gimnasio, y hasta en los Centros de Salud ¡Qué despropósito más grande! Lo del surrealismo de José Luis Cuerda es hiperrealismo si lo comparamos con lo que desayunamos cada mañana en este país.

Parece que se ha abierto la veda y hay barra libre de disparates. Porque lo del arzobispo de los disfraces -lo de la larga cola era por una efemérides de algo, parece que el hombre no se viste así habitualmente- con el caballo de Troya y el trigo limpio no tiene nombre ni merece el más mínimo comentario, pero es que la trifulca que ha originado lo de la masacre indígena no se queda atrás en el ranking de mamarrachos. No he visto polémica más antigua, más marciana ni más pueril que la que ha ocasionado el tuit del señor Alcalde. Que él se siente responsable moral de la memoria histórica del continente americano y no tiene nada que celebrar, me parece estupendo. Yo tampoco, aunque no por el mismo motivo. Es más, en mi más rotunda ignorancia pensaba que la fiesta nacional era el 6 de diciembre y que en octubre se celebraba el Día de las Fuerzas Armadas -es lo que tiene, que el desfile de madelmanes me encanta. Que el señor alcalde maneja los tiempos y los medios como nadie -muchísimo mejor que Teófila-, pues muy bien. No creo que ni una cosa ni otra vayan a ocasionar ningún cataclismo.

Ahora bien. Lo de entrar ya en «no voy hasta que no me pida perdón» es ponerse a la altura de niños de once años; y lo de decir que las desafortunadísimas palabras de determinado periodista han faltado el respeto a Cádiz es aún más desafortunado. Porque el tuit de la masacre, si no me equivoco, procedía de la cuenta personal de José María González, no de una cuenta institucional y por tanto, la falta de respeto habrá sido a su persona, a no ser que estemos ya confundiendo la realidad con el deseo, que también puede ser. «¡Viva el munícipe por antonomasia!» aclamaban en al asamblea de Amanece que no es poco. Lo mismo van por ahí los tiros. No lo sé.

Cada vez sé menos. Por no saber, no sabía que la Asamblea de los Cien Días en el Palillero culminaba con el pasacalles de inauguración del FIT y echando mano de mi más rotunda ignorancia, creí que la Banda Foránea que hacía pasacalles con la Máquina de la Transformación de hombres en burros era parte del programa de gobierno municipal. Total, los vi con esos uniformes y creí que eran los disidentes del Coro del Ejército Ruso.

En fin. Visto lo visto, habrá que conformarse con que cada día amanezca, que no es poco.

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