Dos millares de personas participan de la jornada de puertas abiertas de Navantia Puerto Real
Se cumplen cuatro décadas de la flotadura del buque Aragón, con el que se inició el nuevo astillero
Actualizado:Navantia ha celebrado este sábado una jornada de puertas abiertas en el astillero de Puerto Real para celebrar el 40 aniversario de la construcción del dique.
No cortan puentes. Construyen gigantes que surcan océanos. Trabajan, luchan con los tiempos, asisten y participan del progreso. Sitúan a la Bahía de Cádiz en el mapa mundial. En vanguardia. El astillero de Navantia en Puerto Real, el más antiguo de los civiles, vive este domingo, 18 de octubre, un día de celebración. Se cumplen cuatro décadas del acto de flotadura del buque Aragón, convertido en símbolo de la puesta en marcha del nuevo dique de la planta puertorrealeña. El astillero no comenzó a tener un funcionamiento normal hasta dos años más tarde, ascendiendo el presupuesto a 1.200 millones de pesetas. 79 barcos se han construido desde entonces en unas de las instalaciones más grandes de Europa.
La tecnología puntera carece de sentido sin las personas que la aplican. Por las manos e intelectos que la activan. A estas personas, pero también a toda la ciudadanía ajena a estos empeños, se le ha invitado este sábado a participar de la jornada de puertas abiertas con la que la empresa conmemora la señalada fecha. La respuesta ha sido tan contundente como los barcos que allí se forjan. 2.000 visitantes han hecho de este sábado desapacible otro día para la historia.
Nunca antes el gaditano había podido participar de una cita de estas características en el astillero de Puerto Real. A pesar de que deslucía la fiesta, la lluvia no arredró al público. Tan veterano como infantil. Varias generaciones unidas para recorrer buena parte del millón de metros cuadrados de astillero. De patrimonio. Un trenecito o bus -dependiendo de lo inclemente del tiempo- 'lanza' a los visitantes hasta la zona histórica del astillero (data de 1878, siendo el más antiguo civil). El dique de carenas, el taller de forjas, el Castillo de Matagorda, la capilla -«parece ortodoxa», refiere una visitante- mandada a construir a finales del XIX...
Los trabajadores, de todas las edades, explican a sus mujeres e hijos el día a día en sus puestos, otros se esmeran en las explicaciones más técnicas. Ha sido un día para conocer, pero también para recordar, por eso uno de los elementos más celebrados ha sido la antigua Escuela de Matagorda, ahora sala de exposiciones temporales del complejo El Dique. La frase de Voltaire «lo mejor es enemigo de lo bueno» con la que se explica el error de comparar cosas reales con alternativas idealizadas, titula la exposición que resume la nueva era del astillero puertorrealeño.
Un pequeño toca maravillado una de las fotografías: 24 de agosto de 1974, finalización de los trabajos en el Pórtico número 1. «Papá ahí estás tú?», le pregunta a su progenitor, que no llega a los 40 años. Trabaja en el astillero, al igual que otros familiares, pero evidentemente no podía figurar en esa imagen. Un señor muestra a su acompañante la fotografía de otro hito, el del izado de la compuerta del dique tomada el 10 de febrero de hace 40 años.
En el dibujo de estas cuatro décadas, llama la atención la figura de un hombre. En apenas unos segundos uno se da cuenta de que es protagonista principal de la reciente historia de la planta. Explica a su hijos y nietos, con aires doctos, cada panel. Después los lleva al Museo, la joya de la corona de las instalaciones. Aún más en una jornada de puertas abiertas y cielo revuelto. En dos plantas se reparte este espacio que ilustra los trabajos en taller, en grada, en dársena. Que habla de los oficios: caldereros, plomeros, tuberos, soldadores, electricistas...
Y de nombres. Pedro Lobatón Rosado. Ingresó en 1891 como ajustador mecánico y cobraba tres pesetas. Despedido varias veces por falta de trabajo, en otra ocasión fue castigado por blasfemo, dado de baja en 1917 por absentismo... Un visitante se hace un selfie con la imagen en cartón de Lobatón. Todo resulta digno de inmortalizar en el recorrido, inédito para la mayoría de los presentes. Antonio Almagro Núñez, otro protagonista del museo –aunque la pieza estrella, sobre todos para los más pequeños, es el traje de buzo–. De él se cuenta que se jubiló en el astillero de Puerto Real en 1978 (ingresó en 1943), cobrando 33.003 pesetas y que era «un enamorado de su trabajo, al que se dirigía todas las mañanas en el vapor con sus dos hermanos».
Otras jornadas
Apasionado, como el señor al que nos referimos antes. Agustín Montes, malagueño con más de medio siglo en Cádiz. Ingeniero naval, jefe de la oficina técnica que proyectó el nuevo dique, jefe de producción, subdirector e incluso director en alguno de los periodos más agitados de los 80. Jubilado en la planta de Puerto Real en 1998. Actor principal de un astillero moderno y versátil capaz de resolver los retos que plantea el mercado. Montes, como otros tantos que han escrito el pasado de la factoría, habla de la idoneidad de estas jornadas. «Es una pena que no se hiciera una vez al año. Debería publicitarse más lo que hace el astillero. Sería importantísimo que la gente conociera este astillero, uno de los más destacados de Europa», apunta.
De aquí a finales de años habrá otros días festivos como el de ayer. Uno en San Fernando y otro en Cádiz. Y los que vienen. La planta gaditana celebra en 2016 su 125 aniversario. La isleña, en 2017, cumplirá 300 años, siendo el astillero militar más antiguo de España.