Imagen de la lancha recién rescatados los inmigrantes de una patera
Imagen de la lancha recién rescatados los inmigrantes de una patera - la voz
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Con la desesperación a bordo

Así se efectúa un rescate de inmigrantes en el Estrecho. «Llegan nerviosos, aturdidos, no saben ni dónde están», cuenta un patrón de Salvamento Marítimo

maría almagro
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«¡Tranquilos, tranquilos!» se escucha entre los motores de la lancha y las olas. «¡No hay prisa!», les advierten. Las de llegar ya han quedado atrás cuando el frío, el miedo y la desesperación te han invadido. Ahora lo importante es sentirse rescatados, a salvo, en cas, la de un lado o la del otro, tras el intento de cruzar el Estrecho en una lancha hinchable, hacinados, rodeados del qué pasará, buscando una nueva vida.

La llegada de pateras a las costas gaditanas repunta siempre en verano. El buen tiempo, el efecto llamada y la visibilidad entre tierras fronterizas, tan cercanas, hace que cientos de subsaharianos y marroquíes decidan probar. Pero, esta semana pasada, ya bien arrancado el otoño, ha vuelto a ocurrir.

En este caso, 139 personas lo han intentado.

«Los últimos años la prolongación del buen tiempo a septiembre y octubre hace que se estén incrementando también el número de pateras que llegan a nuestras costas», cuenta Adolfo Serrano, responsable del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Tarifa, desde donde se ponen en marcha la mayoría de las operaciones de rescate a inmigrantes en el Estrecho. «Este es un trabajo de 24 horas que se hace en colaboración con otras instituciones como la Guardia Civil -tanto localización como rescate-, la Armada, Vigilancia Aduanera y la atención en tierra de Cruz Roja. Además de las labores propias de la Policía Nacional.

Difíciles de encontrar

La desesperación viaja a bordo pero a menudo el miedo trunca todo lo que se perseguía. «La mayoría de las veces son ellos mismos los que nos llaman para que se les rescate». El problema es encontrarlos. «No saben dónde están, es difícil dar con ellos sin contar con un punto exacto». Sobre todo cuando viajan a menudo en pequeñas embarcaciones de goma, de juguete, que son casi imperceptible por los sistemas habituales del SIVE.

José María Caballero lo sabe bien. Patrón de sobrada experiencia rescató la madrugada del pasado domingo día 4 a medio centenar de inmigrantes a los que ayudó a subir a la 'Salvamar Gadir', siguiendo las instrucciones que le llegaron del centro de coordinación de Tarifa. «Nos avisaron a las 23.58 horas que habían avistado dos pateras a siete millas de Cabo Roche, pero cuando nos estábamos aproximando nos dijeron que había una tercera», recuerda. Al llegar a una de ellas. Treinta adultos y un menor, de origen marroquí, le pedían auxilio desde la barca tipo zodiac en la que habían intentado llegar. «Estaban parados. No sabían dónde estaban».

Nerviosos y aturdidos

Este patrón lleva desde el año 92 pilotando patrulleras de rescate y son muchos los inmigrantes a los que ha sacado de verdaderos apuros. A los que ha salvado seguramente de morir de hipotermia o ahogados. «Cuando llegas están nerviosos. Vienen mareados, asustados, pero hay que controlar bien la situación. En cuanto nos ven quieren subir lo antes posible y eso es muy peligroso porque pueden volcar». «No sé cómo lo hacemos pero siempre nos sale bien».

Los niños, los primeros en ser salvados
Los niños, los primeros en ser salvados

Los escasos 15 kilómetros que separan la frontera de África con la española son muy tentadores. «Ven el Estrecho y se creen que lo cruzan sin problemas», pero, como advierte este experimentado marinero, «aquí el mar puede cambiar en segundos. Puedes estar muy tranquilo y en nada, tener que enfrentarte a olas de 4 ó 5 metros». La calma y la pericia son siempre lo más importante en este cuaderno de ruta. Pero también el tener conocimientos de primeros auxilios. Darles agua y mantas es fundamental.

José María Caballero recuerda cuando haciendo una vez un rescate vio desde su patrullera como otra patera que andaba cerca volcaba. «Sentí que tenía que dejar a unos para ir a por otros y eso era obviamente imposible. Eran un matrimonio con su hija de 4 años... Me sentí atado». Hasta que afortunadamente llegó a tiempo un helicóptero, también de Salvamento, que pudo sacar a la familia. «Los helicópteros son nuestros ojos. A veces nos tienen que ir guiando porque la niebla o las olas no nos dejan ver bien».

«Sí, nos jugamos la vida pero es nuestro trabajo y tiene estos riesgos». Un riesgo que finalmente queda cobijado entre mantas y ánimos. Lo que queda por venir ya no depende de ellos. Ni de unos, ni de otros. Depende de quienes deciden dónde irán y dónde tendrán que pasar el resto de su vida. De su supervivencia.