«No pide la libertad sino poder irse para España»
El preso roteño Richard Meissner, en huelga de hambre en Florida, denuncia sufrir «abusos». Su madre reclama el traslado para que acaben las «vejaciones y maltratos» que su hijo asegura padecer desde su ingreso
Actualizado:«Soy un ciudadano español prisionero en el sistema del Departamento Correcciones de Florida. Durante estos 22 años de mi condena he sido víctima de innumerables abusos físicos y mentales, a manos de sus empleados. Dichos abusos son la norma». Así comienza su carta Richard Meissner Pérez, el preso roteño encarcelado desde hace más de dos décadas en una prisión de Florida (EEUU). Meissner lleva un mes en huelga de hambre en protesta por estos «abusos» que dice recibir desde que entrara en prisión por el asesinato de la joven Gina Langevin en 1993.
En la misiva, a la que ha tenido acceso este periódico, Meissner relata como durante todo este período ha intentado «remediarlo, escribiendo quejas formales e iniciando acciones civiles», pero «todo ha sido en vano», lamenta. Para el preso, la huelga de hambre «es la única forma de protesta» que le queda. En otro documento, Meissner enumera en hasta 29 puntos los hechos que le han llevado a dar este paso. En ellos cuenta supuestos abusos de todo tipo por parte de otros presos y de los funcionarios de los diferentes centros por los que ha pasado, desde agresiones físicas, a sexuales, robos, vejaciones, torturas, desatenciones médicas o amenazas, entre otros.
Meissner entró en prisión con 27 años. Ahora tiene 49 y está condenado a cadena perpetua. Su madre, la jerezana Ángeles Pérez, no puede reprimir las lágrimas al hablar de su hijo en conversación telefónica desde Jacksonville donde reside junto a su marido:«No pide la libertad, sino irse a una cárcel española. Sabe lo que hizo, se le cruzaron los cables y se arrepiente cada día. Ya no sufre por la falta de libertad, sufre por todas las vejaciones y abusos que recibe».
Denegado
Según cuenta Ángeles ya han pedido legalmente el traslado. «El quiere estar en España, no quiere seguir en Estados Unidos», insiste. Para lograrlo lo han solicitado formalmente hasta tres veces pero todas han sido denegadas por las autoridades competentes de Florida. «El problema es que cada vez que se lo rechazan tiene que esperar otros cinco años para volverlo a solicitar», cuenta su madre. En este camino sí han contado con el apoyo de representantes españoles como el cónsul Cándido Cries. «España se ha portado muy bien, algo que les agradecemos enormemente».
La vida de la familia Meissner cambió por completo cuando un Viernes Santo del año 93, ‘'Ricky' fue detenido acusado de provocar un pequeño incendio. «Estuvo un mes en la cárcel sin que hubiera pruebas». Esos días tornaron para siempre a negro sus vidas. «No me podía creer lo que estaba ocurriendo, nos hundimos, éramos una familia decente, normal...», recuerda con emoción Ángeles. A partir de ahí un cúmulo de circunstancias provocó que su hijo «perdiera la cabeza» y el 17 de septiembre, un sábado, cuando Gainsville celebraba el típico ‘homecoming’ escolar, Meissner terminara con la vida de Langevin. «Fue locura transitoria. No hubo premeditación aunque por supuesto lo tenga que pagar. Él lo sabe y lo entiende, ha pedido perdón por aquello y lo lleva pagando 22 años».
Dolor
Esta madre jerezana habla claro. Es «muy consciente» del dolor que pudo causar y aún causará todo aquello. «¿Se han puesto en la piel de la otra madre?», se le cuestiona. «Muchas... Yo misma daría la vida por aquella chica. Entiendo su dolor y entiendo que nos odien», responde. Pero, al margen de debates morales, lo que denuncia Ángeles es una supuesta ilegalidad, que de probarse vulneraría los derechos de los presos y el convenio multilateral de Estrasburgo sobre traslados.
Y mientras el asunto no cambie, los Meissner, Ángeles, de 71 años y su marido, un militar retirado, continuarán en Estados Unidos. «Cuando mi esposo se jubiló decidimos quedarnos aquí por el porvenir de nuestros hijos». Ahora, esta jerezana viaja a su tierra cada vez que puede. «Richard se bautizó en la iglesia de San Miguel de Jerez, en la misma que nos casamos su padre y yo». Pero, a pesar de los recuerdos, de momento, ese viaje sin vuelta no se producirá. «Yo no dejo aquí a mi hijo... aunque me muera antes».