Cádiz indispensable

Cien cosas por las que mereció la pena pasar por Cádiz (capítulo segundo)

Son más de cien, miles, millones. O ninguna. Según el día. Seguro que cada cual tiene las suyas. Personales e intransferibles. Si alguien las quiere aportar. Aquí tiene su casa. La de todos. La de nadie

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Has escuchado tantas veces una verdad como la otra. Culo del mundo y centro del universo. Paraíso e infierno. Pobre y sabia. Vieja y viva. Muerta y golfa. Según las circunstancias y el estado de ánimo, lugareños y visitantes escogen al azar una palabra, un sentimiento, del cesto negro o del cesto rojo. Espanto. Orgullo. Huída. Melancolía. Qué más da. Se trata de jugar. Hagamos de la casualidad, virtud. Nacimos aquí. O nos enamoramos aquí. O trabajamos, o veraneamos. Estuvimos una vida, un fin de semana o un año. Apenas hay diferencia. Van cien motivos por los que festejar que conociéramos Cádiz, de forma natal o casual, permanente, momentánea o indiferente.

Casi todas las falsas razones son aplicables a cualquier rincón de la tierra, con apenas cambiar los nombres propios, el nombre de la calle.

Pero tocó éste. Son algunas, al voleón. Seguro que cada cual tiene las suyas. Personales e intransferibles como la carne de la identidad. Si alguien las quiere aportar. Aquí tiene su casa. La de todos. La de nadie.

21.- Porque bañarte en La Caleta, en agosto, permite entender qué significa sumergirse en el Ganges. Un ritual de hermandad, una comunión. Ignora los detalles estéticos e higiénicos.

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22.- Por tomarte una caballa con piriñaca en la Plaza Pinto una noche de verano con viento en calma, te claven o no.

23.- Porque puedes saber si hay marea llena o vacía a muchos metros del mar con afinar el olfato.

24.- Por presumir de la diminuta grandeza de la Santa Cueva, los frescos de Goya y la partitura de Haydn, aunque nunca te hayas molestado en ir.

25.- Por lo mismo, con el greco de Hospital de Mujeres.

26.- Por poder ver a gente que se sube en un folio en blanco, como Aladino en su alfombra, gracias al periscopio de la Torre Tavira. Guiris y lugareños se ríen igual en el cuarto oscuro. El que se sube en la hoja camina por la calle, ajeno y ufano, sin saber nada.

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27.- Porque las posibilidades de encontrarse con Ana López Segovia (ay, omá) son mayores que en cualquier otro sitio. Entiéndase en cualquier versión, pregón, interpretación, conversación o contemplación. Con discreción. Sin molestar.

28.- Por el patio neomudéjar del Casino Gaditano. Sin sus habituales ocupantes a poder ser.

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29.- Por discutir, con los argumentos derritiéndose en la mano, si el clásico topolino de Los Italianos es mejor que el moderno helado de La Cremería.

30.- Porque siempre hay un viejo que te dice «un día vendrá el mar a llevárselo todo». Una versión mucho más elevada y lírica del popular «antes, todo esto era campo».

31.- Por escuchar versiones de Sinatra, con Big Band de rigurosa etiqueta, en el Castillo de Santa Catalina.

32.- Por crecer pegado a la radio durante un mes entero, de febrero, mientras el resto de los mortales sólo pudo hacerlo cada fin de semana.

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33.- Por poder hablar del pescado frito con respeto, sin diminutivo, y tenerlo a mano, a boca, todo el año. En la Plaza de las Vacas o La Marisma de San Fernando, en la puertorrealeña Taberna del Puerto o en el Bar Arturo en Jerez.

34.- Por entender desde chico que la segunda mejor forma de felicidad conocida por el ser humano es jugar al fútbol en la playa. El baño posterior es la primera.

35.- Porque pudiste crecer escuchando a Serrat en el Pemán y todavía se aparece en el Castillo de San Sebastián.

36.- Porque sabes que el amarillo da mala suerte pero te suda la camiseta.

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37.- Porque desde cada parada de autobús -asombroso- se ve la siguiente.

38.- Porque han exterminado el aparcamiento gratuito para que recuerdes: lo más lejano está a 30 minutos de paseo. Y qué minutos.

39.- Por sentir más y mejor 'Marinero en tierra' de Alberti cada año que pasa.

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40.- Porque aceptas el cliché de que te interesa, muy relativamente, todo lo gratuito. El resto de la población mundial sufre fingiendo que no.

Cien cosas por las que mereció la pena pasar por Cádiz (CAPÍTULO PRIMERO)

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