Diputación siempre fue femenino
La irrupción de la mujer, de Podemos y de la reconciliación socialista marca la ceremonia de constitución de la Diputación
Actualizado:Tienen las constituciones, que no las cartas magnas, algo de ritual entusiasta. Son principios, como los de primeros de enero, como los de San Juan, venga romero, que salga lo malo y entre lo bueno. Por más que sea lo mismo. Esa fracción de segundo en la que creemos que algo será diferente es impagable. Luego se desvanece y llegan los lunes. Porque las constituciones, de ayuntamientos, de diputaciones, siempre son en viernes, en sábados. Y eso no se vale. Eso es trampa. Eso es jugar con le euforia ajena que celebra, tenga o no motivo. Después de las administraciones municipales tocaba la provincial.
En unas como en otra, José María González Santos, de los Santos de siempre, fue la estrella. Llegó el último, atribulado, y en la entrada incluso le retuvieron una centésima para preguntarle a dónde iba. Es lo que tiene ejercer de pueblo, que le confunden a uno. Salvada la dificultad, subió al imponente Salón Regio. Si Pablo Iglesias exclamó «madre mía» al ver el despacho de la Alcaldía de Cádiz, mejor no pensar en el exabrupto que soltaría al contemplar la barroca y recargada sala en la que reside la soberanía provincial. Lo que quiera que eso sea.
Una vez llegó, se cerraron las puertas. Con la excusa, bastante razonable, de la falta de espacio la sesión se celebró a puerta cerrada y los medios de comunicación o los invitados tuvieron que seguirla desde fuera, por pantallas. O eran de plasma o lo parecían. Dicho sin ningún ánimo de comparación. Así que los gestos dependieron ya de la realización, de que los enfocara o no.
Resulta indiscutible que si la Diputación siempre tuvo género femenino, desde este viernes queda reforzado, subrayado, por la presidencia de la primera mujer que la dirige en su historia. Es una sanluqueña enjuta, de gesto afable y sonrisa difícil de resistir. Pero más allá de la simpatía, que es una virtud neutra y sobrevalorada, le quedan los hechos. Le queda resolver aquel enigma que Joaquín Sabina tuvo que resolver ante su padre moribundo. Aquello de «hijo, para qué sirven las diputaciones». Sirven para colocar a gente, a mucha, o para dar servicios burocráticos inalcanzables a pequeños municipios. Depende quién elija la versión.
Mientras se resuelve ese enigma eterno, como el de las pirámides, queda la imagen de Paco González Cabaña. 'Nostrapacus' le llamaban ante los monitores de televisión. Fue el que dijo en 2011 aquello de «yo no volveré a presidir la Diputación pero el PSOE volverá a presidirla pronto». Y tan pronto.
Además con el comentado abrazo unificador entre el vaticinador y la inconsciente vaticinada se cerró una etapa. Pelillos a la mar, cicatrices cerradas. Con un andalucista basta. Si no, habría llegado con otro. Gobierno tranquilo de cuatro años. Tira millas.
Cómo sanan las victorias.