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¿Qué se comía en Cádiz hace 6.000 años?

Un estudio pretende descubrir la dieta de los primeros asentamientos de la provincia

carlos cherbuy
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Es el núcleo poblacional sedentario más antiguo conocido en Andalucía y se halló en San Fernando. Lo que hoy es un campo de hockey hace 6.000 años se utilizaba como una especie de cementerio. En total se desenterraron unas 80 tumbas, aunque se presume que puede que haya muchas más, con una particularidad hasta entonces poco conocida, y es que la mayoría eran individuales. Además, diferenciadas con distintos elementos, algunas con ajuares, otras sin ellos, algunas colocadas estratégicamente para dar importancia, lo que presupone más allá de la conciencia de posibles ritos mortuorios, la existencia de estratos sociales.

Y precisamente la importancia de los huesos radica en que más que adentrarse en la muerte, lo que permiten es conocer cómo era la vida de hace 6.000 años, una época confirmada por la prueba del Carbono 14.

Pero no es la única que se ha realizado a unos restos que están muy cerca de mostrar la flora y la fauna de la Bahía de Cádiz así como la vida cotidiana de los primeros pobladores de la provincia.

Marta Díaz Zorita Bonilla y Javier Escudero, del departamento de Ciencias Geológicas de la Universidad de Tübingen (Alemania), son los últimos investigadores que se han sumado al estudio general que se está haciendo de la necrópolis neolítica descubierta en la zona de Camposoto, una investigación que coordina el director arqueológico de la actuación, Eduardo Vijande.

Y qué es lo que pretenden descubrir con sus análisis. Pues cuál era la dieta de estas personas y sus movimientos, es decir lo que comían y sus residencias. «Nuestra investigación consiste en análisis bioarqueológicos sobre material óseo humano y animal. En concreto vamos a aplicar la técnica de isótopos estables. Para ello vamos a extraer colágeno óseo para analizar la dieta, esto lo haremos mediante los análisis de isótopos estables de carbono y nitrógeno. Por otro lado, vamos a extraer otra muestra de los mismos individuos de esmalte dental. Con el esmalte dental, mediante el análisis de isótopos de estroncio y oxígeno, vamos a investigar la movilidad de las poblaciones y si ha existido el cambio de residencia, para comprobar si desde la infancia hasta su vida adulta se han movido de sitio», afirmó la propia Marta Díaz.

Acaban de comenzar el estudio y no será hasta dentro de unos meses cuando se arrojen los resultados definitivos de un trabajo que vuelve a colocar al hallazgo isleño en cabeza del interés científico internacional. Y es que a pesar de que los restos se volvieron a enterrar para la edificación del equipamiento deportivo para la práctica del hockey, el estudio que se está llevando a cabo de los huesos recuperados están creando gran expectación.

Misterios por descubrir

El trabajo que está realizando Eduardo Vijande se encuentra con un gran obstáculo, la falta de financiación y apoyo institucional, lo que no ha impedido que se haya podido configurar un equipo interdisciplinar para desentrañar los misterios. Todos ellos se reflejarán en una monografía del yacimiento coordinada por el propio Vijande.

Ya existe un acercamiento a la malacofauna a través de Juan José Castillo, de la Universidad de Cádiz, que determina que además de utilizar todo tipo de conchas como complemento de la dieta (cañaíllas, navajas, almejas o burgaillos), destacaban por su uso de forma ornamental, como así se ha comprobado en el cuello de un niño, y la colocación con fines rituales.

En este documento se reflejará el clima y la fauna de la Bahía de Cádiz de entonces. Para ello se está realizando un estudio de Palinología desarrollado por Blanca Ruiz, María José García y Tomás Martín de la Universidad de Alcalá. A través del análisis de los microscópicos granos de polen contenidos en cuatro muestras de sedimentos, será posible acercarse a una reconstrucción del paisaje, y por tanto del clima de hace 6.000 años.

El arqueozoólogo José Antonio Riquelme, de la Universidad de Granada, está desarrollando otro estudio para acercarse a la fauna existente y al tipo de animales domesticados por esta población, ya que se especula que podrían contar con ganadería. Otro trabajo, que realiza David Cuenca de la Universidad de Cantabria, intenta hallar huellas de uso en conchas para determinar su posible uso de estas conchas como herramientas. También hay análisis de los ajuares, que arrojan que existiera un posible comercio con otras poblaciones, otros sobre el uso de la navegación (se cree que era posible que dominaran las técnicas y se adentraran en el mar), así como de los diferentes utensilios y sus funciones.