Los jóvenes gaditanos luchan contra un éxito laboral que se les resiste
Tienen una buena formación pero sus méritos académicos solo sirven para engrosar sus currículum vítae y las listas del paro
Actualizado: GuardarTrabajar para poder vivir es una meta que no está al alcance de todos. Cádiz registra una tasa de desempleo del 42,34%, es decir que cuatro de cada diez gaditanos que quieren trabajan no alcanzan su objetivo. Son muchos los que no llegan a final de mes y dependen de la solidaridad familiar y de las ayudas.
Para los jóvenes, el camino es aún más complicado porque están mejor preparados que generaciones anteriores pero sus méritos académicos solo sirven para engrosar sus currículum vítae y las listas del paro. El sistema no les ofrece alternativas y unos se ven obligados a permanecer en bajo el amparo familiar mientras otros deciden lanzarse a la aventura de buscar una salida en el extranjero.
Administraciones y políticos insisten en que se está fomentando el empleo entre este segmento de la población, pero lo cierto es que el pasado mes de febrero 93.164 jóvenes se inscribieron como demandantes de empleo en la provincia de Cádiz.
Un informe de la consultora AIS Group señala que 19 de los 20 municipios españoles de más de 10.000 habitantes con mayor tasa de paro están situados en Andalucía y que seis de los diez municipios con la tasa de paro más alta de España son gaditanos. Barbate, Arcos y Vejer se disputan el funesto podio. La experiencia a pie de calle demuestra que el sector de la hostelería mueve muchos contratos pero también es verdad que son empleos precarios sujetos a una estacionalidad muy alta. Hoy contamos la historia de cuatro jóvenes que luchan contra el desánimo. Sus historias no recogen todas las realidades pero ayudan a poner cara, nombre y apellidos a quienes luchan por labrarse un futuro.
Entre fogones
Pablo Gautier acaba de cumplir 33 años y busca empleo. Su perfil se ajusta al de muchos gaditanos que quieren independizarse pero que no lo consiguen porque no tienen un sueldo que les permita alquilar una casa. De comprar ya ni hablamos.
Ha trabajado durante casi cinco años atendiendo al público en Casa Durán, uno de los negocios con más solera de Cádiz. Ubicado en la calle San Francisco que centraba en la venta de 'souvenirs' para turistas en verano y otros artículos para público local fuera de la temporada estival. «Cristóbal, el propietario, me dio una oportunidad aún cuando no tenía experiencia y le estoy agradecido», explica Pablo. Sin embargo, la crisis fue ahogando poco a poco el negocio que tuvo que reducir plantilla. Finalmente terminó cerrando algunos años después.
Pablo se quedó sin empleo, pasaba horas en casa y empezó a encargarse de la cocina. En el año 2011, decidió matricularse en la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones que por aquellos años estaba aún en el anexo del antiguo edificio Valcárcel para familiarizarse con la maquinaria, las materias primas y las diferentes técnicas culinarias. «Cuando entras en la Escuela te das cuenta que realmente hay mucho que aprender». Invirtió dos años para formarse y posteriormente hizo las prácticas en el Hotel Las Cortes de Cádiz pero después de aquello no ha logrado enganchar ningún contrato. «Busco en hoteles de Cádiz y el Novo esperando que en Semana Santa y verano amplíen las plantillas pero de momento no encuentro nada». Pablo tiene la formación en hostelería pero no consigue una oportunidad para adquirir experiencia. Sin un tejido industrial fuerte, la oferta laboral sigue asentada en un turismo estacional.
Laboratorio de idiomas
Victoria Mánuel es de Algeciras, uno de los municipios con las tasa de parados de larga duración más alta de la provincia. Ahora vive en Puerto Real, cerca de la Universidad donde tiene asegurado el trabajo hasta septiembre. «Me da miedo quedarme en el paro porque soy una persona muy activa», comenta. Y su dilatado currículum así lo refrenda. Con menos de treinta años ha completado el Máster de Profesorado en Secundaria en la especialidad de Matemáticas, tiene un Máster Oficial en Gestión Integral del Agua y está realizando Doctorado en Ciencias. Estudió ingeniería química y ahora trabaja en los laboratorios de la UCA. Otro de sus puntos fuertes son los idiomas. «De pequeña estaba en una academia y disfrutaba con las clases». Ahora habla con fluidez inglés y tiene conocimientos de alemán y francés.
Precisamente fue su pasión por los idiomas lo que le llevó a descubrir que disfruta enseñando, trasmitiendo sus conocimientos a los demás. Tras terminar sus estudios, viajó a Irlanda para perfeccionar su inglés. De esta etapa conserva multitud de recuerdos y anécdotas que revelan a Mariví (así la conocen sus amigos) como una persona extrovertida, altruista, con ganas de aprender y ayudar. Allí, cuenta que trabajó en un hospicio como voluntaria y dando clases de español. Al regresar la semilla de la docencia ya había germinado y aunque aún no ha logrado dedicarse profesionalmente a la enseñanza colabora con 'Aula para todos' en Puerto Real dando clases a niños de entre 3 y 9 años. «Espero poder cumplir por fin el deseo de dedicarme a la enseñanza, si no puede ser universitaria, en secundaria».
En busca de una oportunidad
Casi 7.000 kilómetros y un océano separan Cádiz y Cuba. Los mismos que separan a Elevit Rodríguez de su familia a la que no ve desde hace tres años. Dejó atrás su país por amor y tras recalar por tierras portuguesas llegó a El Puerto de Santa María. Elevit es bailarina pero nunca ha llegado a ejercer su profesión en España. «Llegué sin papeles y tuve que pelear para trabajar cuidando personas mayores y limpiando casas».
Su historia es la de muchos inmigrantes que se enfrentan a las reto de encontrar una forma de salir adelante la provincia del desempleo. En el mes pasado, 5.813 extranjeros se inscribieron en la provincia como demandantes de empleo. En estos años de lucha, Elevit ha hecho amigos. No olvida a Gema, la persona que la acogió en su casa y le enseñó a moverse con una bandeja en la mano. El desparpajo y la alegría venían ya se fábrica. Es una superviviente pero ahora se enfrenta a una situación complicada. «No hay ayudas para las personas sin familia y sin empleo, y en abril se me termina el paro», lamenta Elevit. No puede recurrir a sus padres, uno de los pilares que actualmente sustentan muchos hogares en España, y la vida tiene la costumbre de exigir un mínimo de ingresos para subsistir. «Necesito una solución», insiste. Es la frustración del que necesita y quiere trabajar pero ve que no hay ninguna puerta abierta.
Sin lugar para el desaliento
El empuje y la vitalidad de Sergio Mellado son contagiosas. A este chipionero de 28 años es complicado dejarle sin palabras y sin optimismo. Nacido en el seno de una familia humilde, su padres y su hermano se dedican a la hostelería, tuvo desde joven la inquietud de estudiar una carrera. Los limitados recursos no fueron ningún obstáculo porque Mellado sigue la filosofía de «querer es poder». Durante la carrera compaginó el trabajo con los estudios de Periodismo en Sevilla. Siempre tuvo claro que lo suyo era la comunicación. «Uno de mis sueños es trabajar en la radio, emular a Gabilondo».
Cuando se licenció, decidió perfeccionar su inglés en Londres. Siguió formándose con un Máster de Organización de Eventos en Granada. «Opté por hacerlo semipresencial y seguir viviendo en Chipiona porque logré colocarme en la hostelería». Recuerda esta etapa como un periodo donde ganó en estabilidad. Inquieto y emprendedor, su ilusión por trabajar para lo que se formó era más fuerte que sus raíces en el pueblo. «Decidí ir a Madrid y empapelar la ciudad de currículum». Pasado un tiempo se le acabó el dinero y tuvo que optar por regresar o seguir intentándolo buscando un empleo puente mientras salía algo relacionado con la comunicación. «Entregué dos solicitudes para hostelería y a la tercera ya estaba trabajando de camarero». Inmune al desaliento, Sergio sigue intentado alcanzar su meta porque no quiere tirar la toalla: «Lo importante es mantenerte en el camino porque si te desvías demasiado cuesta es más complicado volver».
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