«A veces reflexionamos tanto que la vida se termina pasando»

María Elena Badillo nos enseña en su libro 'También es posible' a cómo conseguir aquello que anhelamos en la vida

María Elena Badillo, autora de 'También es posible para ti' María Elena Baena
Sandra Palacios

Sandra Palacios

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¿Alguna vez has sentido que por mucho que te esfuerces las cosas no acaban siendo como deseas? En ' También es posible para ti ' (Editorial Sirio), la psicóloga María Elena Badillo nos ayuda a entender por qué no conseguimos aquello que anhelamos y nos muestra el camino para lograrlo a través de pautas prácticas.

¿Deberíamos tener más momentos de reflexión?

La reflexión es muy importante siempre que no nos lleve a la inacción. A veces ocurre que nos pasamos la vida reflexionando y en realidad no estamos haciendo consciencia, ni conociéndonos a nosotros mismos, sino que estamos buscando excusas para no actuar porque nos da miedo tomar una decisión.

Otras veces reflexionamos tanto, que la vida se termina pasando y no hemos actuado. Parálisis por análisis. Es momento para reflexionar en esta etapa de la vida en la que todo va tan rápido y queremos un cambio, pero hay que hacerlo con consciencia de que después de la reflexión estarás dispuesto a pasar a la acción.

¿Cómo ayuda hacer ejercicios en terapia?

Si tomamos mucha información, pero no la ponemos en práctica, no hacemos más que acumular conocimiento. En cambio, la verdadera sabiduría se alcanza cuando podemos decir que esa información adquirida la hemos integrado en nosotros, es decir, la sabiduría es la información puesta en práctica. Por eso los ejercicios son fundamentales, para que el conocimiento no se quede en la mente, sino que podamos vivirlo en la cotidianidad.

«Está bien dirigirse a un ser superior, pero para pedirle que te enseñe cómo tienes que hacer las cosas, no para que las haga por ti», María Elena Badillo

Aquellos que sufren o no están contentos con su vida. ¿Cómo pueden cambiarlo?

En ocasiones, como no nos sentamos a reflexionar, terminamos cometiendo muchos errores. No nos sentamos y nos preguntamos por qué no nos gusta eso que queremos cambiar. Por ejemplo: no me gusta mi trabajo, quiero cambiarlo y cuando lo hago descubro que el nuevo tampoco me gusta. Y en realidad puede que lo que no me gustara no fuera el trabajo, sino que no sé qué es lo que realmente quiero hacer.

En su libro explica que la gente dice que le gustaría cambiar, pero en realidad no quiere.

Es muy fácil decir que se quiere un cambio, pero el primer avance consciencial comienza cuando reconocemos que en realidad no queremos cambiar; nos engañamos, porque en realidad las acciones no lo demuestran. Por ejemplo: estás mal con tu pareja y no tomas la acción de decirle qué es lo que no te gusta o dejarla. Y es que preferimos quedarnos con lo que nos resulta más familiar, que es la queja y la victimización.

«Dios no hará tu trabajo». ¿Es una excusa a la que recurrimos con frecuencia?

Está bien dirigirse a un ser superior, pero para pedirle que te enseñe cómo tienes que hacer las cosas, no para que las haga por ti. Es diferente cuando decimos: «Voy a dar lo mejor de mí, ayúdame a encontrar la fuerza en mi interior para que pueda hacer mi cometido».

«Toda situación depende de quien la interpreta», María Elena Badillo

¿Todo tiene dos caras?

Toda situación depende de quien la interpreta. Puede ser que un ser querido fallezca y cada uno de sus hijos viva la muerte de una manera diferente: uno de ellos lo pasa muy mal y el otro se lo toma con paz y calma. En general, pensaremos que el que más quería a su madre es el que más llora. Pero, ¿qué pasaría si el que está sufriendo tanto en realidad nunca la trató bien, no la valoró y ahora se siente culpable? La realidad siempre tiene dos caras y distintas formas de verla. Por lo que no se trata de lo que está pasando, sino de cómo decidimos interpretar lo que sucede.

¿Por qué debemos ser como el agua?

Porque el agua no tiene la necesidad de luchar contra nada, fluye, pero tiene tanta fuerza que, cuando quiere y es necesario, se abre camino sin importar lo que haya a un lado. Y su intención no es lastimar a nadie, sino que nada se interponga en su camino. Se respeta a sí misma y vive en armonía, pero si es necesario también puede hacer un agujero en la roca. Y es que ser amorosos y conscientes no significa que no sepamos sacar nuestra fuerza cuando sea necesario.

¿Y cómo un gato?

Las personas que dicen que un gato no sabe querer es porque nunca han tenido uno. Este animal es sumamente amoroso, pero sin depender. Da el amor a aquel que se lo merece y lo hace dentro de sus límites. Además, cuando no está el humano que lo cuida, no se muere de depresión, sino que lo pasa también muy bien en su propia compañía. Por lo que en pareja deberíamos ser un poco más como los gatos.

¿La indecisión nos lastra?

La indecisión es fruto de la frase que más a dañado sueños en la humanidad: «¿Y qué pensarán los demás? Muchas veces no tomamos decisiones porque no escuchamos nuestra voz interior, estamos pensando qué quieren otros. La indecisión es algo que en algún momento todos atravesamos, pero que se hace mucho más fácil cuando escuchamos nuestro corazón.

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