Por qué hay personas a las que les da vergüenza pedir en un bar
Este hecho es un problema más común de lo que se piensa
¿Conoces a alguien a quien le da vergüenza pedir en algún establecimiento público? ¿Has tenido que ser tú quien hablara porque la otra persona no era capaz de hacerlo? ¿O eres tú el que se encuentra con este problema? Pues el hecho de no se capaz de pedir, por ejemplo, en un bar, es un problema más común de lo que se piensa. Y es que los bares son uno de los espacios sociales por excelencia y la vergüenza está directamente relacionada con el componente social, porque es una emoción social .
La vergüenza –explica Amelia Serra, psicóloga en El Prado Psicólogos – es una respuesta de nuestro organismo para adaptarse al entorno que le rodea. Cuando tiene lugar de forma puntual nos permite asumir las reglas sociales y distinguir entre aquello que es correcto o aceptado por el grupo. «El problema es que la línea que separa lo adaptativo de lo desadaptativo en el caso de la vergüenza es muy fina», apunta.
Sentimos vergüenza porque nos da miedo ser juzgados por los demás, tememos no ser aceptados por el grupo o incluso ser rechazados. Entonces escondemos lo que creemos que son errores, defectos, equivocaciones, salidas de tono... «No nos damos cuenta de que ese miedo subjetivo nos paraliza y poco a poco nos ocultamos más de lo que en un principio nos hubiera gustado», manifiesta Serra.
Esta emoción puede variar. La psicóloga señala que puede manifestarse con un leve nerviosismo ante situaciones puntuales, un miedo paralizante o una respuesta generalizada de pánico ante toda circunstancia que implique estar expuesto al juicio social. Si esta emoción condiciona nuestra vida, interfiere en nuestro día a día y nos supera y limita se convierte en algo patológico . Si no se toman medidas, en muchos casos, puede desembocar en baja autoestima e inseguridad persistentes, miedo a sonrojarse, a hacer el ridículo, al fracaso, a las situaciones sociales, conductas de evitación, fobia social y en casos más graves en trastornos de ansiedad y depresión.
Podríamos considerar la fobia social como una vergüenza patológica. «Se trata de un trastorno que puede darse ante estímulos muy concretos, como por ejemplo hablar en público, o generalizarse a todas o casi todas las situaciones sociales. En cualquier caso, resulta incapacitante para la persona, condiciona su vida y su funcionamiento habitual y es bueno que sea tratado», expone Serra.
¿Por qué hay personas a las que les da vergüenza pedir en un establecimiento público?
Existan o no experiencias traumáticas previas que puedan condicionar la respuesta de ansiedad, Serra indica que la vergüenza activa el sistema de amenaza y hace que se interprete la situación como peligrosa. A esta primera señal de alarma le siguen toda una serie de síntomas físicos (taquicardia, sudoración, temblores, falta de aire, voz entrecortada...) junto con pensamientos catastróficos e irracionales como «voy a hacer el ridículo», «no voy a ser capaz de pedir lo que quiero», «van a notar que estoy nervioso» o «todo el mundo está pendiente de mí» y una ansiedad creciente que en numerosas ocasiones es de tipo anticipatorio, es decir, sucede antes de que el hecho tenga siquiera lugar .
«Lo que ocurre es que se entra en un círculo vicioso en el que la exigencia, el perfeccionismo, el miedo al ridículo, la tendencia a infravalorar las propias habilidades y capacidades, la rigidez e intransigencia con uno mismo, junto con todos los elementos mencionados anteriormente se retroalimentan», expresa la psicóloga. Llegados a este punto muchas personas optan por evitar esa situación e intentan que el que pida sea otro , huyendo o incluso dejando de acudir a este tipo de sitios.
Serra declara que intentar evitar este tipo de situaciones es una alternativa con pésimas consecuencias , pues a corto plazo nos libera del malestar, pero a largo plazo mantiene y agrava el problema. «Aunque suene paradójico, exponernos a lo que tememos nos da la oportunidad de observar que muchas de las cosas que anticipamos no llegan a ocurrir y, si ocurren, casi nunca tienen lugar tal cual las habíamos imaginado en un principio».
Al principio es muy probable que el exponerse nos conlleve después a analizar hasta el más mínimo detalle sobre cómo hemos actuado y, muchas veces, el foco se pondrá en los errores y en aquello que se podría haber hecho mejor, pero no pasa nada. Serra asegura que es algo que se debe trabajar poco a poco , al igual que los malos hábitos, los buenos también requieren de tiempo, constancia y entrenamiento.
Se trata de un bloqueo muy incapacitante , ya que el ser humano se enfrenta día a día a situaciones que requieren de una interacción social. Cuando hablamos de trastornos en los que predominan los síntomas ansiosos, Serra indica que hay que tener muy presente el término de generalización : «En un principio puede ocurrir que lo que origine la ansiedad y el malestar sea, por ejemplo, coger una llamada telefónica o pedir en una cafetería, sin embargo, si no lo trabajamos a tiempo, este problema tiende a generalizarse a otros ámbitos de la vida del sujeto».
Esto puede originar que poco a poco la persona comience a temer coger el transporte público, ir a trabajar o al gimnasio, acudir a la escuela, hacer un trámite administrativo, llamar a un amigo o familiar, escribir o recibir un mensaje de texto... Cada vez hay más situaciones que producen malestar, la intensidad de los síntomas aumenta y el día a día de la persona se ve progresivamente limitado y condicionado por sus temores.
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