Psicología

«Una persona fuerte es la que se permite sentirse vulnerable»

La psiquiatra Anabel González, especialista en trauma y regulación emocional, revela en 'Las cicatrices no duelen' cómo superar los bloqueos y los nudos del pasado para disfrutar del presente y del futuro

Anabel González, psiquiatra y autora de 'Las cicatrices no duelen'.
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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Cuando nos hacemos una herida, lo mejor es que la limpiemos bien y la dejemos secar al aire. Así se irá cerrando, seguirá su proceso de curación hasta convertirse en una cicatriz y dejará de doler. Y al mirar esa cicatriz recordaremos lo que pasó, pero ya no sentiremos ese dolor. Pero si tapamos la herida o si la ignoramos o intentamos olvidarnos de ella y no la cuidamos es posible que se infecte y que acabe provocando un problema peor. Con las heridas emocionales sucede lo mismo, según explica la psiquiatra Anabel González, quien revela que cuando algo nos ha causado daño debemos entender cómo nos afecta y descubrir de qué manera nos limitan.

En su obra 'Las cicatrices no duelen' esta especialista en trauma y regulación de las emociones propone una ruta hacia la curación emocional , un camino que hay que recorrer con delicadeza, paciencia y confianza en nosotros mismos. Para la autora soltar el lastre del pasado permite cambiar radicalmenta lo que vivimos en el presente, romper nudos emocionales y curar las heridas que nos impiden decidir en libertad y sentirnos orgullosos de las cicatrices que forman parte de quiénes somos.

¿Cómo se puede identificar que una persona sufre una herida emocional o que sigue atado a algún tema no resuelto?

A nivel emocional si pienso en algo que me ocurrió y todavía me produce malestar, aunque sea menor que en el momento en el que pasaron las cosas, es que ahí hay algo de lo que me tengo que ocupar.

Otras veces tal vez no lo note, por una cierta anestesia emocional, pero sí que se pueden ver señales indirectas. Una de ellas puede ser, por ejemplo, encontrarme una y otra vez en una situación en la que no me gusta estar o acabo estando con el mismo tipo de persona con el que no me gusta o metiéndome en situaciones en las que sería el último sitio en el que me gustaría estar o incluso teniendo reacciones desproporcionadas o que no encajan con lo que me parecería lógico. A veces la explicación para todas esas cuestiones son cosas no resueltas del pasado. Tal vez haya tenido una mala experiencia con las relaciones y eso haga que reaccione en exceso ante personas que no tienen culpa da nada o incluso puede pasar lo contrario, que me bloquee y no sea capaz de reaccionar como tendría sentido.

En 'Las cicatrices no duelen' señalas que los procesos de curación emocional tienen un curso natural que hay que respetar, pero solemos ser impacientes...

Si nos rompemos un hueso de una pierna nos lleva varias semanas que suelde y si pretendemos saltar antes de que suelde probablemente no termine de soldar o no suelde bien. Los procesos emocionales también tienen sus tiempos. Esto se puede entender con algo que pasa mucho con los niños. Una frase que nos parecer buena pero que puede ser contraproducente es «Venga, no llores, no pasa nada». Si el niño llora es porque le pasa algo y quizá lo esté viviendo desde su cabecita y desde su percepción pero el primer paso sería intentar ponerle palabras a lo que le pasa y validar la emoción (decirle que reconocemos esa emoción y que la aceptamos). Y una vez que hagamos esto ya podremos darle herramientas. Pero si nos queremos saltar eso para no verlo mal, es como si barriéramos debajo de la alfombra. Vamos creando una montaña de residuos emocionales que acaban saliendo más tarde o más temprano.

No nos gusta estar tristes ni ver a la gente triste...

Si escondemos la tristeza o no queremos sentirla, se nos queda dentro. La tristeza necesita salir y lo que más disuelve esa emoción es desahogarse y permitir que salga. Si necesito llorar, lloro (aunque no en cualquier sitio ni con cualquier persoana) y me comunico con alguien que sepa escuchar algo triste (no todo el mundo sabe) y después pido un abrazo. Un abrazo es el mejor sistema para disolver la tristeza.

Las emociones que nos negamos a sentir no se van. Aceptarlas es abrir la puerta por la que tienen que salir. No podemos resolver un problema que no aceptamos que existe. La tristeza no se queda para siempre si dejamos que siga su cauce natural, como si fuera un río. Pero si le cerramos el paso no solo no llegará al mar sino que tendremos una inundación en nuestro interior.

Pero es una emoción desagradable...

Claro que es una emoción desagradable. Pero eso no quiere decir que la solución sea extirparnosla porque eso no solo no va a funcionar sino que a nivel del sistema nervioso es inviable

A menudo nos referimos a las personas o a nosotros mismos como «fuertes» o «débiles» emocionalmente, ¿cómo es realmente una persona fuerte?

Alguien que puede sentir. Yo trabajo mucho con personas que han vivido situaciones muy difíciles y que han tenido que hacerse fuertes. Eso no es lo mismo que ser fuerte, sino que es una especie de escudo que te pones con el que te intentas proteger del mundo y entonces vas en modo soldado por la vida. Esto para algunas cosas puede estar bien pero para la vida en general no. Porque con los escudos nos ahogamos.

La persona más fuerte es la que permite sentirse vulnerable. Si yo no siento que soy vulnerable, como todo el mundo, y que hay cosas que me pueden afectar cuando estoy en una situación negativa o en una relación problemática no noto que me está sobrepasando. Y a veces podemos aguantar cosas que no debemos aguantar desde esa idea de «soy fuerte» y desde la anestesia emocional con la que funcionamos. Y cuando la cosa nos rompe es porque hemos llegado al extremo. Las persona fuertes cuando realmente hacen crack, lo llevan mal. Porque para tener un bajón y salir pronto no tengo que tener una visión demasiado negativa del hecho de ser débil. Si cuando estamos en un momento bajo, nos damos cuenta de que estamos mal, nos permitimos no hacer las cosas al mismo nivel que las hacíamos, buscamos ayuda y nos dejamos ayudar, salimos antes.

«Las emociones que nos negamos a sentir no se van. Aceptarlas es abrir la puerta por la que tienen que salir»

A esas personas que se consideran fuertes les cuesta pedir ayuda

Esta idea de «soy fuerte» negando mis límites, mis necesidades y mi vulnerabilidad no es sólida. Yo invitaría a que intentásemos ser sólidos, estando conectados, conociéndonos bien y sabiendo que recurrir a otros también nos hace fuertes. No vivimos aislados sino en grupos. Y muchas veces nos da más fortaleza pedir ayuda a nuestros grupos sociales (familia, amigos, compañeros...) que intentar hacerlo solos.

Establece analogías entre las heridas físicas y las emocionales haciendo referencia a conceptos como «destapar, quitar lo que contamina y dejar que el organismo ponga en marcha su capacidad para curarse», ¿cómo se pueden trasladar estas expresiones de lo físico a lo emocional?

Destapar a nivel emocional significaría que nos paremos a observar y a mirar hacia adentro (ahora con la pandemia hay mucha gente que se ha parado a hacerlo) y después compartirlo con las personas que sepan escuchar (no con cualquiera) o incluso con un profesional. Eso sería dejar que les pueda dar el aire a la herida. La idea es que no sea algo oculto porque a veces hay cosas que nos generan vergüenza o culpa y creemos que son cosas que tenemos que ocultar. Y cuando les da la luz resulta que no son tan terribles. O que si son terribles le hace perder esa característica de monstruo y nos permite mirarlo de otro modo. Además cuando lo compartimos descubrimos que a los demás también les pasan cosas. Eso te hace sentir menos solo, menos raro...

¿Contaminamos la herida recreándonos en ella?

Sí, cuando nos ha ocurrido algo es que no escarbemos en la herida porque a veces escarbamos hasta el hueso cuando nos lo estamos constantemente recriminando o nos sentimos débiles por estar afectados por algo y eso es una contaminación. Sentirnos mal con nosotros mismos por estar mal es rizar el rizo en negativo y añadir autotortura al sufrimiento. Y eso no hará ni que disminuya ni que mejore.

Incluso a veces puede suceder que estemos asumiendo responsabilidades que no son nuestras. A veces nos culpamos por las cosas que nos hicieron. Pero curiosamente la persona que sufre la situación es la que siente la culpa o la vergüenza que el otro no siente.

Explica en su libro que nos asusta más el cambio que seguir mal o que incluso aventuramos que vamos a estar peor...

El cambio implica explorar, arriesgarse, equivocarse... Nos tenemos que equivocar mucho, muchas veces y de muchas maneras y así aprendemos. Pero cuesta.

Y sobre lo de aventurar que algo será peor hay un experimento en psicología muy conocido que se apela a un concepto que se llama indefensión aprendida. En dicho experimento se planteó que cada vez que un animal del laboratorio intentase salir de la jaula recibía una descarga eléctrica. La conclusión fue que una vez pasado el tiempo de control se eliminó esa descarga pero los animales no salían de la jaula, ni siquiera aunque hubiera comida fuera de ella. Se crea así una especie de predicción de que todo va a ir mal y ya no lo comprobamos, sino que nos ponemos en lo peor para protegernos. Pero lo que hacemos es que nos ahogamos en esos caparazones o corazas que nos ponemos.

¿En qué consiste la técnica EMDR (Eye Movement Desensibilization and reprocessing) con la que has trabajado con los pacientes?

Es una terapia específicamente orientada al trabajo con recuerdos traumáticos o que no han podido ser asimilados. Lo que utiliza es una forma de acceder a los recuerdos buscando una serie de elementos del recuerdo y se usa un ingrediente curioso que es determinado tipo de movimientos oculares (se sabe que estos tienen que ver con el procesamiento de la información y que hay fases del sueño en las que existen determinados movimientos oculares), pero el efecto que vemos en clínica es que el recuerdo, cuando le pides a la persona que piense en la sensación y en las emociones que le produce y utilizas los movimientos oculares va perdiendo fuerza y a diferencia de otras terapias se abre un proceso asociativo. Es decir, la persona va pensando en otra cosa, le van viniendo otros temas y hace otas asociaciones. Va asociando, asociando y asociando y cuando vuelve al recuerdo se va viendo que pierde fuerza de modo que un recuerdo que le generaba un malestar de 10, digamos, deja de producírmelo y se empieza a ver como un recuerdo antiguo.

«Un abrazo es el mejor sistema para disolver la tristeza»

Revela que los patrones de autocuidado no nacen del aire, sino que tienen que ver con nuestros aprendizajes respecto a cuidar y ser cuidados. ¿Los heredamos de nuestros padres?

Tiene una parte importantísima de aprendizaje, como la regulación emocional. Por ejemplo, si un padre o una madre no tiene vida propia y está siempre pendiente del cuidado de los hijos, esa relación puede ser excesivamente cerrada. Un niño necesita que le cuiden pero también necesita desarrollar autonomía. Por tanto, si uno siempre cuida a los demás y de lo suyo no se ocupa nunca, habrá un desequilibrio. Es como el hambre física. Puedo dar comida a los demás y repartir pero también necesito comer. Tiene que haber un equilibrio en el autocuidado respecto al cuidado de los demás y hay personas que son muy cuidadoras de los demás pero se olvidan de sí mismas y eso a la larga una desnutrición emocional.

¿Cuáles serían esos nutrientes emocionales?

Las cosas que sentimos que son buenas para nosotros, no solo las placenteras (que no tienen por qué ser siempre buenas). Pero en realidad serían las cosas que le recomendaríamos a un buen amigo. Hay cosas internas que nos hacen crecer y nos hacen sentirnos bien con nosotros mismos y que nos hacen llevar una vida gratificante. Y otra tiene mucho que ver con la conexión con los demás y con poder mantener relaciones significativas.

Y también invita a que escuchemos el cuerpo

A veces solo escuchamos el cuerpo cuando nos grita. Pero mira, cuando le pides a alguien que se pare un minuto de reloj a observar las sensaciones de su cuerpo, descubre cosas. Esto me parece fascinante porque significa que en condiciones normales no nos estamos mirando o escuchando. A veces en ese minuto nos podemos notar más cansados de lo que nos creíamos y eso nos puede llevar a pensar en tomar un descansito o en otra cosa que necesitemos. Si no me paro nunca, acumulo ese cansancio con el del día siguiente. Si no nos paremos a escucharnos un poco, y no solo cuando el cuerpo nos da problemas, el cuerpo acumula y muchas de las emociones las vamos a notar en el cuerpo (dolores de cabeza, insomnio...), que nos cuenta que no estamos tan estupendamente como nos parece y que no todo nos resbala, como a veces creemos. Si me paro a pensar en ellas o a sentirlas, puedo ponerle solución.

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