Entrevista
Lucía Terol: «El minimalismo es identificar aquello que no aporta valor para dejarlo ir»
La mentora da en su libro «Esencia minimalista» las claves para poder vivir bajo esta filosofía y encontrar la paz interior
Lucía Terol encontró su nueva vida en Brasil. Estaba estudiando su segunda carrera cuando decidió irse al país latinoamericano para hacer un retiro de 21 días en el que imperaría la soledad y el silencio. Y cuando volvió ya nunca fue la misma, pues se dio cuenta de que había muchas cosas de su vida de las quería desprenderse. Así nació su idea de minimalismo, aquel que aplica a su vida y que intenta enseñar en «Esencia minimalista» (Kitsune Books), un libro en el que recorre con veintiún rutas –las mismas que días estuvo de retiro– el camino para llegar a deshacernos de todo aquello que no hace más que ocupar espacio en nuestra vida y entorpecernos, ya sean objetos, ropa o relaciones sin ningún propósito.
Lucía ha aprendido a desprenderse de las cosas poco a poco. Empezó por reducir su armario , después sus amigos en Facebook, y terminó hasta por dejar atrás su melena, esa larga y rizada que siempre había sido seña de identidad. Pero gracias al minimalismo ha aprendido a dejar ir, a apreciar más lo que tiene y a, en definitiva, ser más feliz. Habla con ABC Bienestar sobre el minimalismo, las ideas de su libro y cómo nosotros podemos aplicar esta filosofía a nuestro día a día.
¿Qué es exactamente el minimalismo del que hablas?
Desde mi perspectiva es identificar aquello que nos aporta valor para dejarlo ir o que no. El minimalismo que yo aplico, tanto al nivel de tener, por ejemplo objetos; al nivel de hacer, por ejemplo mi agenda y actividades; o incluso el nivel de ser, de pensamientos, es priorizar aquello que de verdad sea importante, identificar aquello que no lo es y dejarlo ir.
¿Es un poco como dice Marie Kondo, desprendernos de lo que no nos hace felices?
Más o menos, pero yo hago una distinción. Creo que las cosas no nos hacen felices, sino que nos pueden inspirar felicidad. No por tener ese último modelo de coche y de móvil o vas a ser más o menos feliz. Hay estudios que demuestran que en un plazo de cinco años, independiente de si te toca la lotería, o te compras un coche nuevo, tu índice de satisfacción personal vuelve al de origen. Muchas veces creemos que vamos a ser más felices por tener más cosas y está demostrado que no es así.
Entonces, ¿confundimos placer con felicidad?
Lo confundimos y un ejemplo muy concreto es ese placer momentáneo que sentimos cuando nos compramos algo, nos da un subidón de dopamina. Adquieres un objeto de consumo y tienes ese subidón que funciona un poco como el azúcar, nos da una subida pero después hay una bajada. Eso es un tipo de placer efímero. Yo insisto en distinguir este tipo de actos, que son momentáneos, a la felicidad, que tiene una perspectiva mucho más profunda, más a largo plazo, que quizás es más difícil de construir pero también es más difícil de perder.
Como dices en el libro, no es qué cosas compramos, sino desde dónde las compramos...
Exactamente. Si he tenido un mal día de trabajo, salgo estresada y me compro algo desde ese sentimiento de insatisfacción, posiblemente no estoy teniendo ningún tipo de beneficio más allá de ese placer momentáneo. A largo plazo me voy a sentir mal porque voy a tener algo en el armario que no me pongo, que está ahí ocupando espacio, que quizás ni siquiera es de mi estilo, y termina generando un círculo de insatisfacción que es permanente y constante. Una salida a esto es el minimalisto.
Es decir, ¿de alguna manera utilizamos los objetos materiales para paliar nuestros problemas?
Y no solo los objetos materiales, también llenamos nuestra agenda y la sobrecargamos: tenemos un montón de actividades, todo lo que se supone que tenemos que hacer, todo lo que se supone que tenemos que ser, tanto a nivel profesional como social, todos los sitios que tienemos que visitar, la lista es infinita. Para mí fue muy importante el proceso de 21 días que hice de ayuno y de soledad y silencio y me di cuenta, antes del proceso, que yo me lo había llenado. Hice una lista de todo lo que iba a hacer: yoga, meditar, escribir… y cuando llegué allí pasé una crisis muy profunda a mitad del proceso y fui consciente de que lo mismo que había hecho o intentado hacer con este proceso lo había hecho toda mi vida, me llenaba la agenda para intentar no estar conmigo misma, y aquí es cuando me di cuenta de que hay algo que no está funcionando bien.
¿El minimalismo también nos enseña a estar a gusto con nosotros mismos?
Hay que verlo no tanto desde el evitar estar con uno mismo, si no, cuando tienes una emoción incómoda que no sabes cómo gestionar; si compras algo porque tienes un mal día, o no te sientes bien; si sales a hacer cosas para no estar solo en casa… la idea es dejar de movernos desde ahí y hacerlo desde otro espacio.
Dices que con normalidad nos vemos abrumados por la cantidad de decisiones que tomamos... ¿Tomar tantas afecta a la calidad de estas?
Esto es la fatiga por decisión. Nosotros tenemos una capacidad de tomar decisiones, como si, por ejemplo, tuviéramos un límite de 100 decisiones al día: qué me pongo hoy, qué desayuno… y cuando llega el final del día normalmente tomamos peores decisiones porque esa capacidad está gastada. La idea del minimalismo desde esta perspectiva aboga por evitar esas decisiones que puedes automatizar, como con la ropa. Hay personas que se visten de manera «modo uniforme», siempre igual, para tener que tomar menos decisiones.
Pero la ropa es un elemento que nos ayuda a identificarnos como personas, ¿cómo se puede unir la idea de darle menos importancia a cómo vestimos y seguir siendo nosotros?
Yo doy tres soluciones. Entiendo que esta «moda uniforme» no es para todo el mundo. En primer lugar podemos revisar el armario e identificar qué es aquello que realmente necesitamos. Cuando depuras tu armario, cuando haces una revisión en un determinado momento, identificas tu estilo y consigues tener menos prendas y saber exactamente qué necesitas. De esta manera tendrás menos volumen y no te costará tanto elegir qué ponerte por las mañanas. La segunda solución es tener un «armario cápsula», que sí tiene un número reducido de de prendas. Esta opción es para personas que tienen claro su estilo y que saben que quieren ocupar esa creatividad o expresión a través de otros canales, no necesariamente la ropa. Y la tercera es la ya mencionada «moda uniforme». No creo que haya una receta para todo el mundo, sino que muchas veces durante el proceso la encontramos.
También le dedicas un capítulo del libro al cabello y los peinados. Puede parecer banal, pero le damos mucha importancia, ¿cómo podemos aprender a preocuparnos menos por él?
El minimalismo es la receta. Yo en un momento me rapé la cabeza, yo, que siempre he tenido pelo largo y rizado, que ha sido una característica muy identitaria de mi personalidad. Renunciar a eso es un paso grande, pero luego me di cuenta de que «yo seguía aquí», que «Lucía no había desaparecido porque había desaparecido su melena». Por ejemplo, me impactó mucho, siendo voluntaria en un estudio de mujeres con cáncer, que a muchas les daba vergüenza reconocerlo, pero una de las partes más difíciles para ellas era perder el pelo. Se sentían mal porque teóricamente deberían valorar otras cosas. Vivimos en una sociedad en la que lo que aparentamos creemos que es muy importante. Creo que cuando empiezas a identificar aquello que es prioritario, puedes ver que tal vez no es tan importante.