Hartos del buenrollismo: qué pasa si ocultas o maquillas el dolor de tu vida

El psicólogo Buenaventura del Charco defiende que evitar las emociones que consideramos negativas puede provocar el efecto contrario al que deseamos, pues nos convierte en personas blanditas y vulnerables ante la adversidad

El psicólogo Buenaventura del Charco, en su consulta, habla sobre los efectos del exceso de pensamiento positivo.
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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«¡Sonríe!», «No te preocupes, todo irá bien», «Si la vida te da limones, ¡haz limonada!», «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo», «Lo único imposible es aquello que no intentas», «Las mejores cosas pasan a los que van a por ellas»... ¿Te suenan estas frases? ¿Tal vez leas alguna cada día en tu taza del café? ¿Cómo te sientes al verlas? ¿Te da un subidón puntual o el buen rollo te dura toda la semana? De acuerdo, sí, son preguntas trampa pues, tal como alerta el psicólogo sanitario y psicoterapeuta, Buenaventura del Charco , en realidad los mensajes buenrollistas de la «happy era» son «como una gran caca pintada de purpurina: de lejos te deslumbran, pero cuando te acercas te entran ganas de vomitar», como explica en su libro 'Hasta los cojones del pensamiento positivo '. No en vano el experto explica que el exceso de buenrollismo suele provocar un efecto contrario al que creemos o incluso al que deseamos. La explicación está en que ese afán por evitar las emociones negativas, el dolor, la tristeza o todo aquello que nos preocupa, nos lleva a la frustración , a la autoexigencia y a la sentirnos culpables . «Esos mensajes en los que nos invitan siempre a ser o a convertirnos en nuestra mejor versión me lleva a hacer la siguiente pregunta: ¿somos aplicaciones de móviles o somos personas? En realidad tu mejor versión no tendría que ver con ser más sonriente, más simpático, más delgado, más guapo, más rico o más listo, sino con estar en paz contigo mismo», explica.

Para el experto una sociedad que cada día es menos tolerante con las emociones negativas es una sociedad abocada a la deshumanización, pues en lugar de hacer que seamos compasivos y que eso nos lleve a ayudar (o simplemente a acompañar) a las personas que lo están pasando mal, hacemos que se sientan culpables por sentirse como se sienten, como si el hecho de no ser felices fuera culpa suya, como si ser feliz no fuera un privilegio sino una obligación social.

Y no solo eso sino que, según asegura el psicólogo, esa necesidad constante de maquillar, adulterar y reducir el dolor tiene como consecuencia un bloqueo de nuestra capacidad de mejorar, cambiar, aprender y progresar. «Nos hemos convertido en expertos en relativizar los problemas y en reprimir las emociones negativas y ya ni siquiera sabemos identificarlas. Y como no las sentimos, como ya no queremos sentir dolor, no dejamos que se ponga en marcha la gran fuerza de cambio del ser humano que es el instinto de supervivencia o la fuerza de flaqueza . Lo que realmente nos lleva al cambio no es razonar ni pensar, sino sentir algún tipo de dolor o alguna sensación de amenaza», explica.

Así, vivir en una sociedad en la que continuamente se intenta tapar el dolor (en la familia, en la pareja, en las películas, en el colegio, en las terapias...) nos deja sin herramientas para afrontar las situaciones difíciles que puedan surgir en nuestra vida. «Cuando vivamos un dolor de verdad, de esos que requieren sacar fuerzas de flaqueza para sobreponernos, no seremos capaces de activar ese interruptor del cuerpo y de la mente que nos permite afrontar las cosas que nos dan miedo y abordar los cambios difíciles», argumenta Del Charco.

Pero además cuando se huye del dolor se puede caer en todo tipo de consumismo que nos ayuden a provocar de forma artificial esas supuestas emociones positivas que tanto ansiamos. No solo hablamos de comprar productos y artículos para «llenar vacíos» sino también de consumir aquello que nos produzca un bienestar que, según explica el psicólogo, en realidad es un bienestar «mal entendido» pues no hay una manera correcta de hacer las cosas ni las cosas son buenas per sé: «¿Cuándo te propones perder 15 kilos o hacer ejercicio todos los días lo haces desde la autoexigencia, el perfeccionismo y la búsqueda de la aceptación externa para tapar lo que no funciona en tu vida o lo haces desde la decisión íntima y consciente de que quieres cuidar tu salud?», plantea Del Charco.

Provocar para reaccionar

El psicólogo es consciente de que su forma de trabajar dista mucho de las psicoterapias que se basan en que el ser humano funciona desde lo racional pues, en su opinión, funcionamos más desde lo emocional . Por eso defiende que la confrontación es una fórmula más eficaz de ayudar a que una persona a que tome conciencia y actúe. «Cuando quieres ayudar a que un paciente sea capaz de provocar cambios en su vida hay que tocarle las heridas para que se dé cuenta de lo que le está doliendo. Esa sensación que se le provoca le dará más información propia y subjetiva que lo que se le pueda transmitir a través de un discurso racional, explicativo y totalmente aséptico», argumenta.

Parafraseando a Nietzsche el psicólogo defiende también que el ser humano puede con cualquier 'cómo' cuando tiene un 'porqué'. A veces nos preocupamos en el qué debemos hacer y en el cómo debemos hacer y nos olvidamos de lo más importante que es por qué debemos hacerlo. A la hora de cambiar cosas de nuestra vida lo determinante es qué motivación profunda tengo para hacerlo sabiendo que va a ser difícil.Y en eso consiste justamente la provocación, en encontrar la razón íntima que puede llevar a una persona a ser capaz de provocar un cambio. «Nuestras verdades profundas tienen que ver más con lo que nos remueve, nos duele o nos emociona y no con lo que pensamos», aclara Del Charco.

Y todo esto, según añade, también es aplicable al psicoterapeuta pues, según asegura, la única manera de que un paciente se sietna cómodo estando triste o mostrando que está mal es viendo que la persona que le escucha le entiende porque también se ha sentido así en algún momento. Los seres humanos, por tanto, tendemos a la reciprocidad y existen evidencias científicas que demuestran, según plantea Del Charco, que los terapeutas que se permiten ser más humanos y que hacen autorrevelaciones contando alguna cuestión personal (de una manera comedida y controlada) logran que los pacientes se abran más y que las terapias funcionen mejor.

Sobre el experto: Además de contar con una amplia experiencia en el campo teórico y práctico, el psicólogo de Marbella Buenaventura del Charco es conferenciante y profesor en la Unidad de Docencia y Psicoterapia del Hospital Universitario Virgen de las Nieves y docente invitado en el departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.

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