¿Existe realmente la tristeza invernal?

Los cambios que se dan en esta época del año como la luz, temperatura, actividad, alimentación y vida social tienen un impacto directo en nuestro cerebro, y por tanto, en nuestro estado de ánimo

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S. Palacios

Que estamos más tristes en invierno es un hecho. Los días son más cortos y esas menos horas de luz tienen un impacto directo sobre nuestro estado de ánimo. Este fenómeno es conocido como tristeza invernal y explica por qué estamos más decaídos sin que haya en sí un motivo para ello.

Las personas que sufren esta tristeza la describen como episodios depresivos que aparecen, sin otros motivos aparentes, con la llegada del otoño, manifestándose con mayor intensidad en invierno , y desapareciendo o disminuyendo cuando finaliza dicha estación. Además, suele darse de manera recurrente año tras año, con síntomas y grados variables.

Lucía Feito, psicóloga en Instituto Cláritas , indica que dependiendo del tipo de personalidad que tenga la persona puede ser más sensible o no padecerla. «También afectarán otros factores como la genética , la sociedad y cultura en la que cada uno se encuentre inmerso». Por otro lado, no podemos olvidarnos de los antecedentes familiares de la persona, que impactarán de manera directa. «Y, por supuesto, aquellas personas que padezcan un trastorno bipolar o depresión, pueden empeorar en función de la estación».

Síntomas

  • Menos energía, mucho cansancio e incluso agotamiento

  • Apatía o perdida de disfrute y placer en actividades que se realizaban antes

  • Tristeza, decaimiento durante gran parte del día

  • Irritabilidad o cambios bruscos de humor

  • Alteraciones en el sueño y en la alimentación

  • Dificultades para mantener la concentración

  • Falta de ganas de vivir

La disminución de segregación de serotonina, así como unos niveles bajos de vitamina D , pueden afectar a esta tristeza invernal. Además, la psicóloga añade la sensibilidad retiniana a la luz , el metabolismo alterado de la melatonina y alteraciones del ciclo circadiano son otros de los factores que aumentan las probabilidades de padecerla.

«En lenguaje menos técnico esto quiere decir que los cambios que se dan en invierno en nuestro día como la luz, temperatura, actividad, alimentación, vida social tienen un impacto directo en nuestro cerebro, y por tanto en nuestro estado de ánimo», explica Feito.

Por ejemplo, la melatonina es una hormona relacionada con el sueño, nos ayuda a conciliarlo y mantenerlo, esta hormona deja de segregarse en nuestro cerebro con la llegada de la luz solar, por lo que, cuando nos despertamos por la mañana en invierno, y aún es de noche, continuamos segregando melatonina, nos sentiremos más cansados y mucho menos activos. «También la vitamina D ayuda a potenciar los efectos de la serotonina, neurotransmisor de nuestro cerebro encargado de los estados de ánimo», señala la experta.

Para intentar acabar con la tristeza invernal, Feito recomienda iniciar tratamiento psicológico, el cual recomienda alternar con otro farmacológico. «En los últimos años se está realizando fototerapia, una terapia lumínica, como medida más innovadora».

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