Esto explica por qué la presión grupal puede hacer que cambiemos de opinión
Las psicólogas Elena Huguet y Teresa Pousada, del equipo de 'En equilibrio mental', explican cómo puede llegar a influirnos la presión de grupo a la hora de tomar una decisión o elaborar un juicio sobre algún tema concreto
Las relaciones sociales y cómo nos influimos unos a otros es un tema que suscita un gran interés en el ámbito de la psicología. En este aspecto, el estudio clásico de Asch que data de 1951 dio a conocer el efecto de conformidad en los grupos y cómo nuestras reacciones no siempre son tan libres ni tan individuales como pensamos.
Lo que pretendía demostrar Asch durante sus investigaciones y lo que finalmente consiguió fue diferente, como pasa muchas veces y como es, en parte, el objetivo de la ciencia. Su principal objetivo fue demostrar que las personas tenemos un criterio personal sobre lo que está bien o no está bien y que éste es incondicional a criterios externos, en concreto a las presiones grupales.
Durante la investigación de Ash se les pidió a unos estudiantes que participaran en una «prueba de visión», siendo todos los participantes menos uno cómplices del experimentador. El experimento consistía en ver cómo el estudiante no cómplice reaccionaba frente al comportamiento de los cómplices.
En dicho experimento se mostraban dos tarjetas: la primera con una sola línea vertical y la segunda con tres líneas verticales de distinto tamaño. Los participantes debían responder a cuál de las líneas de la segunda tarjeta correspondía la primera línea. Los cómplices , que contestaban antes que el sujeto experimental, debían contestar de manera incorrecta en 12 de los 18 ensayos, y una vez que todos los cómplices se habían posicionado era el turno del sujeto experimental.
Este estudio se repitió con 123 personas y resultó que la presencia grupal, es decir, el hecho de ver que todos daban una respuesta concreta aunque fuera evidente que no era verdad, causó que en el 36,8% de las veces los participantes se dejaran llevar por la opción incorrecta. De hecho, menos del 25% no cedió ninguna vez a la presión grupal.
Además, cuando los cómplices mostraban variabilidad en sus respuestas era más probable que el sujeto se diferenciara y diera su opinión real. Lo mismo ocurría cuando otro cómplice rompía con la unanimidad del grupo con una respuesta aún peor que la mayoría. A mayor disconformidad, la presión no provocaba el efecto temido y estos no tenían problemas al dar la respuesta acertada.
Quizá esto nos hace entender mejor por qué en determinadas situaciones podemos decir o hacer algo que no queremos, como por ejemplo ir a un bar cuando realmente nos apetece ir al cine, porque el resto de nuestros amigos quieren y esto explica por qué en realidad sto no tiene nada que ver con nuestra personalidad o carácter. Somos libres de tomar de decisiones, pero nuestras decisiones muchas veces van a estar puestas en un contexto social que puede influirlas.
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