Psicología
Deportes de riesgo: ¿por qué a algunas personas les gustan y a otras no?
La adrenalina estimula la secreción de dopamina, la hormona del placer por excelencia
Los deportes de riesgo o extremos no son para todo el mundo. De hecho, ahora mismo me pregunto si estoy hecha para ellos o ellos para mí. Casi a diario Instagram me muestra vídeos -¿será una indirecta?- de gente lanzándose al vacío desde helicópteros o plataformas cuya única sujección es la de una cuerda atada a la cintura o, en el mejor de los casos, pasados ciertos segundos un paracaídas se abre paso en el aire salvándoles de una caída casi seguro mortal.
Pero es que la adrenalina es una droga para muchas personas. Tal es así que la psicología ha necesitado estudiar el comportamiento y la mente de aquellos que necesitan de deportes de riesgos. ¿El objetivo? Búsqueda de sensaciones.
Practicar este tipo de deportes supone un aumento en la secreción de adrenalina . Clara Ponce, psicóloga del centro psicológico Cepsim, explica que esta hormona prepara al organismo para la acción ante situaciones percibidas como peligrosas, produciendo un aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria, un aumento de los niveles de glucosa en sangre, una dilatación de las pupilas, una ralentización de las funciones digestivas, etc. De esta forma, cuenta, las energías se concentran en ejecutar la respuesta de supervivencia más oportuna para cada situación: el ataque, la congelación o la huida.
«En la práctica de los deportes de riesgo , la respuesta para la que nos preparamos es la de ataque. Este afrontamiento 'cara a cara' con la situación de estrés supone un desafío para nuestra mente y nuestro cuerpo, el cual algunas personas encuentran especialmente estimulante», indica.
A su vez, la adrenalina estimula la secreción de dopamina, la hormona del placer por excelencia. Señala Clara Ponce que esto genera que «tras los primeros momentos de estrés, se experimente una sensación de placer y satisfacción . De manera que fácilmente queramos repetir una actividad que nos genere sensaciones parecidas. «Este es el motivo por el cual los deportes extremos pueden llegar a ser adictivos», asegura.
¿Quiénes se atreven?
Lo cierto es que existen cualidades individuales que determinan nuestras preferencias por aquellas actividades que suponen algún tipo de riesgo o, por el contrario, actividades menos intensas . Al parecer, hay personas que están genéticamente predispuestas a participar en deportes de riesgo. Clara Ponce comenta que en sus cerebros hay «una mayor distribución de una enzima que metaboliza tanto la adrenalina como la dopamina», siendo atractivas para estos sujetos las actividades que suponen una mayor producción de dichas hormonas en el organismo: «El gen COMT está asociado a un rasgo de personalidad : la búsqueda de sensaciones . Quienes presentan este rasgo son más exigentes a la hora de buscar una actividad que les estimule lo suficiente». En este sentido, los deportes de riesgo les pueden aportar la novedad y la intensidad suficientes como para saciar su «sed de adrenalina».
Además, la búsqueda de sensaciones positivas nos invita a desinhibirnos y tiende a estar asociada a otros rasgos de personalidad como la impulsividad y la extraversión. En cuanto a quienes presentan una menor distribución de la variante del gen, presentan bajas puntuaciones en este rasgo de personalidad. Practicar un deporte de riesgo no les hace sentir valientes ni liberados, sino que supone una experiencia muy desagradable. Los niveles de adrenalina que necesitan se alcanzan con actividades más tranquilas y, en general, no tan desafiantes como las primeras.
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