Psicología
Cómo volver al trabajo sin ansiedad y con energía renovada
El principal método para evitar que se produzca un síndrome postvacacional es tener claro que afrontamos la obligación ineludible de la vuelta a una realidad que no tiene por qué ser exclusivamente desagradable
Y más: Esto explica por qué no existe el síndrome posvacacional
Para algunos, entre los que me incluyo, las vacaciones son agua pasada... El moreno perdiéndose en la piel y las cientos de fotos que «tiramos» durante los días de descanso son ahora mismo los que nos recuerdan que hace unas semanas estábamos de desconexión total, pero que ya estamos inmersos en la rutina de siempre.
El regreso al trabajo desprendido del periodo de vacaciones supone, en la mayoría de los casos, volver a un retorno de demandas y exigencias y a un ritmo que hace cambiar bruscamente los hábitos de las últimas semanas y, por muy en modo «zen» que creas que estás, a veces resurge la ansiedad y es complicado encontrar la motivación...
Cada año por estas fechas, tal como cuenta el Dr. Xavier Fàbregas, médico especialista en adicciones y salud mental y director de Mas Ferriol, aumenta el número de consultas de personas que por motivo de su vuelta de las vacaciones o en los primeros días de su reincorporación al trabajo, se encuentran peor, con síntomas de ansiedad , insomnio , irritabilidad… lo que se ha descrito como síndrome postvacacional .
Según el experto en salud mental, el cambio que se ha producido en la concepción de las vacaciones en sí es el detonador de la infelicidad en la que están sumergidas muchas personas. Seguramente recuerdes las vacaciones de verano de tu infancia, en las que tenías que hacer un largo viaje en coche, siestas con moscas y noches con mosquitos... Salvo por los reencuentros familiares y los chapuzones en la playa, este descanso, por llamarlo de algún modo, se convertía en una experiencia monótona y no había dramas por la vuelta a la normalidad. algo que, al parecer, ha cambiado recientemente... «Especialmente desde la pandemia, se anticipa un sufrimiento que parece ahora más insoportable y que tiene mucho más que ver con fenómenos sociológicos que con un problema clínico», dice.
Otra vez las redes sociales
Para Xavier Fàbregas existen unos desencadenantes claros: El desarrollo de una nueva percepción del ocio como un factor destacado, casi monopolístico de la búsqueda de la felicidad y la posibilidad de exponerlo a los demás de una forma exhibicionista a través de las redes sociales: «Esto que antes parecía solo al alcance de unos pocos (los más ricos, los famosos de las revistas…), ahora nos bombardea de forma continuada a través de las redes sociales».
«Hay una baja tolerancia a la frustración y poca paciencia para diferir la satisfacción de lo que deseamos»
Xavier Fàbregas
Experto en salud mental
«Quien más quien menos cuelga fotos de momentos especiales de 'felicidad'. Parece que las vacaciones se han convertido en una carrera desenfrenada para acumular experiencias fantásticas, que inmediatamente fotografiamos y colgamos en Instagram o en Facebook. Al igual que internet está lleno de personas que buscan pareja y que detallan sus intimidades sin ningún rubor y los programas de televisión destripan o exhiben las miserias de muchos, nos hemos acostumbrado a enseñar nuestra vida y parece obvio que intentamos embellecer y maquillar nuestras vivencias para enseñarlas a los demás », manifiesta. Así, según comenta, «un paseo en burro por un pueblo de Cuenca, o una foto haciendo morritos en una playa abarrotada» se convierten en nuestro imaginario en experiencias dignas de ser contadas.
De hecho, a día de hoy cuesta creer que hace años, cuando las redes sociales no existían, el ser humano tuviera experiencias igual de placenteras y en la otra parte del mundo no se enteraran. Quizá por ello ahora hay quienes sienten la necesidad de subir a internet todos aquellos recuerdos que tienen de viajes y vivencias envidiables hoy en día pero que antes no había esa necesidad de compartir con los demás ni existiían los medios necesarios para ello.
Pero, volviendo a ese síndrome postvacacional que invade a muchos, hoy en día se viven las vacaciones como ese tiempo dedicado a hacer ese montón de cosas especiales que no hemos hecho durante el resto del año, lo que motiva que se vea la vuelta a la rutina como ese largo paréntesis gris hasta la nueva oportunidad de «disfrutar de nuestro tiempo».
«Si somos capaces de pensar en cosas concretas para mejorar en cada una de esas cuatro áreas, seguro que obtendremos resultados positivos que nos animarán a seguir esforzándonos»
Xavier Fàbregas
Experto en salud mental
Asegura Xavier Fàbregas que muchos pacientes jóvenes que ve en la consulta «no contemplan la necesidad de esforzarse» o de poner límites a sus deseos. «Hay una baja tolerancia a la frustración y poca paciencia para diferir la satisfacción de lo que deseamos», reconoce.
Si crees que lo que necesitas es un chute de motivación, hay dos estrategias útiles y efectivas para manejar esta situación:
Una de ellas, según el especialista en salud mental, es imaginar que nuestro proyecto vital es como «construir una mesa de cuatro patas donde cada una de ellas es imprescindible para que la mesa se sostenga. Las patas son la familia, el trabajo, el tiempo libre y las relaciones personales». El hecho de que las cuatro sean necesarias implica que hay que realizar acciones concretas para que cada una se desarrolle. Y hay que desarrollarlas al mismo tiempo.
«Si somos capaces de pensar en cosas concretas para mejorar en cada una de esas cuatro áreas, seguro que obtendremos resultados positivos que nos animarán a seguir esforzándonos. Y si estamos mejor cada día, esperar al verano siguiente será más fácil porque estaremos ocupados y entretenidos en mejorar nuestro día a día».
En Mas Ferriol explican también la regla de los tercios : si dividimos las 24 horas de un día en tres partes tendríamos 8h para dormir, 8h para trabajar y 8h para el resto (Quehaceres y ocio). Parece que no tengamos tiempo para nada, ¿verdad? Pero, ¿y si hacemos esa división del tiempo en el periodo de una seman? «Tendremos 56 horas para dormir, 40 horas para trabajar y 72 horas para el resto (las 8h de todos los días más las 16 h que no trabajamos el fin de semana). Y visto así, ¿no somos capaces de encontrar unas horas para nosotros mismos, para leer, para ir al gimnasio, para salir a bailar con nuestra pareja…? Así no limitamos nuestra posibilidad de disfrutar al tiempo de vacaciones y podemos mantener un ritmo más constante, más repartido de experiencias propias, compensadoras y gratificantes. Y, si lo consideras, fotografiarlo y colgarlo en la red», concluye el experto.
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