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Por qué cuando leas esto vas a dejar de respirar por la boca

Tras su éxito internacional llega a España el fenómeno editorial «Respira», del periodista James Nestor. En ABC Bienestar te adelantamos un revelador extracto del libro que se publica el 13 de enero

¿Es cierto que da igual que respiremos por la boca o por la nariz?

ABC Bienestar

¿Sabías que de las 5.400 especies de mamíferos somos la única que tiene los dientes torcidos? Hace 150 años el ser humano dejó de masticar tanto, y con ello se inició un proceso de deformación de la mandíbula y empezamos a respirar por la boca en lugar de por la nariz . El periodista y escritor James Nestor revela en «Respira» (Planeta) que los humanos llevamos cerca de dos siglos involucionando y profundiza en las graves consecuencias que esto tiene para la salud. Gracias a su trabajo de investigación, que es el resultado de años de búsqueda entre textos antiguos, estudios médicos y experimentos científicos, aprenderemos cómo revertir esta situación y acabar con los problemas de sueño , los ronquidos y el dolor de espalda , al tiempo que reduciremos el estrés , disfrutaremos más del sexo y contribuiremos a prevenir el envejecimiento .

No importa lo que comas ni cuánto te ejercites; da igual que seas joven, fuerte e inteligente. Tu salud depende esencialmente de la manera en que respiras y lo estás haciendo mal . Y esto es ahora más importante que nunca, pues el coronavirus y la obligación de llevar mascarilla han puesto de manifiesto muchas de las implicaciones que tiene respirar mal y el papel fundamental que juega la respiración en la salud física y mental.

Una de las partes más llamativas del libro es aquella en la James Nestor relata su participación en un estudio pionero de la Universidad de Stanford que tuvo una duración de 20 días y que él mismo llegó a calificar de «masoquista». El objetivo del estudio era poner a prueba la tradicional creencia de que la vía por la que respiramos, nariz o boca, no tiene repercusiones. Algo completamente erróneo, tal como el autor pudo experimentar al poco tiempo de iniciar su obstrucción nasal autoinfligida. Algunas de esas conclusiones las relata así en el extracto que ofrecemos en exclusiva y como adelanto del libro «Respira», que se publica el 13 de enero, en el extracto que puedes leer a continuación, bajo la portada del libro:

Portada del libro «Respira» Editorial Planeta

Extracto de «Respira»

«Dos meses después del experimento de Stanford, el doctor Jayakar Nayak nos mandó por correo electrónico a Anders Olsson y a mí los resultados de los veinte días que duró el estudio. La principal lección ya la sabíamos: respirar por la boca es algo terrible.

Después de tan solo doscientas cuarenta horas respirando únicamente por la boca, las catecolaminas y las hormonas relacionadas con el estrés alcanzaron su punto máximo, lo cual indica que nuestros cuerpos estaban bajo un constreñimiento físico y mental. Asimismo, el bacilo difteroide Corynebacterium había infestado mi nariz. Si hubiese seguido respirando solo por la boca unos días más, podría haberse convertido en una infección sinusal en toda regla. Al mismo tiempo, mi presión arterial estaba por las nubes y la variabilidad de mi frecuencia cardíaca se había desplomado. Los datos de Olsson coincidían con los míos.

Por la noche, el flujo constante de aire no presurizado y no filtrado entrando y saliendo de la boca colapsaba el tejido blando de nuestras gargantas hasta el punto de que ambos comenzábamos a experimentar asfixia nocturna persistente. Roncábamos. Unos días más tarde, empezamos a atragantarnos solos al sufrir episodios de apnea del sueño. De haber continuado respirando por la boca, es bastante probable que ambos hubiéramos desarrollado un roncar crónico y apnea obstructiva del sueño, además de hipertensión y los problemas metabólicos y cognitivos asociados a dicha afección.

No todos nuestros indicadores cambiaron. Los niveles de azúcar en sangre no se vieron alterados. Los recuentos celulares en sangre y el calcio ionizado permanecieron estables, al igual que la mayoría de los marcadores sanguíneos.

Hubo algunas sorpresas. Mis niveles de lactato, un indicador de la respiración anaeróbica, de hecho, disminuyeron respirando por la boca, lo cual indicaba que estaba consumiendo más energía aeróbica, obtenida con el oxígeno. Esto es lo contrario de lo que habrían predicho la mayoría de los expertos en fitness. (El lactato de Olsson aumentó ligeramente.)

Perdí unos novecientos gramos, debido en gran parte probablemente a la pérdida de agua al exhalar. Pero hacedme caso: no os recomiendo una dieta posvacacional de respiración bucal.

Fatiga, irritación, mal humor y ansiedad constantes. Un aliento horrendo y pausas constantes para ir al baño. Aturdimiento, mirada perdida y dolores de estómago. Fue horrible.

El cuerpo humano evolucionó para ser capaz de respirar por dos vías distintas por una razón: aumenta nuestras opciones de supervivencia. Si la nariz queda obstruida, la boca actúa como un sistema de ventilación de repuesto. Los breves jadeos de Stephen Curry antes de hacer un mate, un niño enfermo que resopla cuando tiene fiebre o el aire que tomáis cuando estáis riendo con amigos: esta respiración bucal temporal no tiene efectos en la salud a largo plazo.

Otra cosa es la respiración bucal crónica. El cuerpo no está diseñado para procesar aire directo del ambiente durante horas, de día y de noche.

Esto no es algo normal.

Respirad por la nariz

El día en que Olsson y yo nos quitamos los tapones y la cinta, nos bajó la presión arterial, subieron los niveles de dióxido de carbono y se normalizó la frecuencia cardíaca. El roncar se redujo por nueve con respecto a la fase de respiración bucal, de varias horas cada noche a unos pocos minutos. En dos días, ninguno de los dos roncaba. La infección bacteriana de mi nariz se resolvió rápidamente sin tratamiento. Olsson y yo nos habíamos curado respirando por la nariz.

Ann Kearney, la especialista en patologías del lenguaje del Centro para la Deglución y la Voz de Stanford, quedó tan impresionada con nuestros datos y con su propia transformación al superar la congestión y la respiración bucal que, en el momento de escribir este libro, estaba elaborando un estudio con quinientos sujetos para averiguar los efectos de ponerse cinta para dormir en el roncar y la apnea del sueño.

Los beneficios de la respiración nasal no se limitaron al dormitorio.

Incrementé mi rendimiento encima de la bici estática cerca de un 10 %.

(Olsson tuvo un aumento más moderado, de cerca de un 5 %.) Estos resultados son mediocres en comparación con las mejoras que afirmaba conseguir el entrenador John Douillard, pero me costaría imaginar que un atleta no quisiera alcanzar una ventaja de un 10 % —o siquiera de un 1 %— respecto a un adversario.

Desde un punto de vista más personal, aquellas primeras respiraciones por la nariz tras diez días taponado fueron tan deslumbrantes y emocionantes que se me empañaron un poco los ojos. Me acordé de mis entrevistas con todas aquellas personas que padecían el síndrome de la nariz vacía, a quienes les habían dicho que estaban locos, que debían dejar de quejarse y respirar por la boca. Pensé en los críos a los que les habían contado que las alergias crónicas y la congestión eran parte de la infancia, y en los adultos que se habían convencido de que atragantarse cada noche era una parte natural del envejecimiento.

Había experimentado el mismo dolor que ellos, pero tenía la gran suerte de no padecer sus dolencias. Es algo que nunca olvidaré y que no voy a repetir jamás»

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