Nabo

El nabo es una hortaliza humilde pero nutritiva y llena de posibilidades de la que se aprovecha todo, desde la raíz hasta sus hojas. De la familia de las crucíferas, es por tanto pariente de las coles, los berros, la coliflor o el brócoli. En Europa, hasta el descubrimiento de la patata, después de 1492, el nabo era base de la alimentación y se trataba de un alimento muy preciado. Propio de regiones frías, perdió protagonismo con la llegada de la patata pero sigue siendo muy apreciado y su cultivo se ha extendido por todo el mundo, aunque en muchos casos es para alimentar al ganado. Entre sus principales productores está Alemania y parece que en los últimos años está volviendo a cobrar protagonismo en las mesa familiares por su composición y propiedades.

De hecho, el nabo supera a la patata en cantidad y calidad de vitaminas y minerales. Los griegos y los romanos mejoraron las variedades silvestres y extendieron su cultivo por Europa. Tiene un valor calórico muy bajo, con menos de 25 calorías por cada 100 gramos y el 90% de su peso es agua. Con bajo contenido en hidratos de carbono, sí resulta una buena fuente de fibra, casi el 3% de su peso. Aunque hay que distinguir entre la raíz y las hojas, en general, cuando nos referimos al nabo en gastronomía, se refiere, precisamente a la raíz, de forma cilíndrica y con un peso medio de unos 250 gramos tiene color blanco y está cubierto de una finísima piel también de color blanco ligeramente amarillenta.

El nabo es rico en vitamina C, con 23mg por cada 100 gramos, aunque sus hojas tienen todavía más contenido. Además es una excelente fuente de vitamina B9 ácido fólico que interviene en la producción de glóbulos rojos y blancos, así como de anticuerpos. De hecho, el contenido de esta vitamina en superior en la raíz que en las hojas.