Coliflor

La coliflor es una verdura de invierno que crece en forma de pequeños ramilletes blancos bien apretados unidos todos por la base a un mismo tallo. De forma redondeada y gran tamaño, pertenece a la familia de las crucíferas. Los romanos fueron los primeros en consumirla ya que antes que ellos solo se utilizaba con fines medicinales para tratar dolores de cabeza o diarreas.

Originaria del Líbano, Siria y Asia Menor, los romanos la llevaron por todo el Mediterráneo y llegó a Francia y a Inglaterra en el siglo XVI. Un siglo después se cultivaba por toda Europa aunque a la península no llegó hasta el XVIII. Actualmente es una verdura que se cultiva a lo largo y ancho de todo el mundo siendo China su primer productor.

La coliflor cuenta con amantes y con grandes detractores, sin embargo, en los últimos tiempos ha vivido un resurgir al convertirse en un ingrediente imprescindible en dietas bajas en carbohidratos o en menús veganos.

En los primeros, resulta ideal como sustituta del arroz, los cous-cous o la harina de la masa de la pizza. Al rallarla, puede usarse en recetas de tabulé, biryani o preparar una especie de tortita, hornear y cubrir con salsa de tomate y los ingredientes preferidos a modo de pizza.

Por su parte, la coliflor se utiliza como crema de queso para salsear pasta, como bechamel ligera o para preparar una brandada vegana.

Una de las razones que lleva a muchos a rechazar a la coliflor es el desagradable olor que produce durante su cocción. Se debe a su contenido de isocianatos, una sustancia azufrada, de ahí el olor. Sin embargo, añadiendo un chorrito de leche, de vinagre o de limón puede anularse o, al menos, mitigarse el desagradable olor. Si a esto se le suma una cucharadita de sal, se consigue que, además, no pierda color. Lo recomendable es utilizar la leche para las preparaciones cremosas y los ácidos en el resto de las recetas.