Breva

Lo primero que hay que saber de la breva es que no es una fruta sino una flor invertida. Procedente de oriente próximo, se extendió por todo el arco mediterráneo y las antiguas civilizaciones ya las consumían. De hecho, se conocía como el alimento de los filósofos y cuentan que era predilecta para Diógenes o Platón y Galeno las recomendaba para los participantes en los Juegos Olímpicos. Dulce, suave y cremosa, la breva comenzó a secarse en el Renacimiento (al igual que los hijos), dando lugar a poder consumirla durante todo el año, ya que su temporada es muy breve, apenas los meses de junio y julio.

La Fundación Española de la Nutrición explica que la breva es el fruto proveniente de las yemas de la flor que no han fructificado y se han quedado en estado latente durante el invierno. Aunque mucha gente confunde las brevas con los higos, son diferentes. Los higos son más tardíos, entre agosto y octubre y su sabor es un poco más dulce que el de la breva. Estas últimas son de mayor tamaño y forma de pera. Aunque hay de diferentes tonalidades, las más comunes son las verdes y las moradas. Su pulpa es rosada o blanca.

Aunque no lo parezca, tiene un gran contenido en agua, siendo un alimento diurético, y lo que más destaca de la breva es su aporte de hidratos de carbono, ya que contiene un 93,3%, sobre todo, glucosa, fructosa y sacarosa. Junto a las uvas, la chirimoya y el pátano es una de las frutas que más azúcares comporta. Sin embargo, al no ser azúcar libre (la que se añade a los alimentos), regula el control de azúcar en sangre , por lo que las personas con diabetes pueden consumirlas con moderación y no es necesario que las eliminen de su dieta.

Las brevas han sido incorporadas al recetario con preparaciones como mermeladas y son ideales para combinar con quesos, bien en repostería ( tartas o bizcochos), bien para recetas saladas, acompañando a quesos de sabores intensos.

También son perfectas para incorporar a ensaladas. Las brevas se incluyen en recetas de carnes con sabores fuertes como las de caza. Con ellas pueden hacerse mermeladas, confituras o prepararlas en conserva para consumir a lo largo del año.