LIGA BBVA / JORNADA 21

El Atlético disfruta en el barro

Se adapta de maravilla a las malas condiciones del terreno en Ipurúa y gana al Éibar con goles de Griezmann y Mandzukic (2)

El Atlético disfruta en el barro EFE

M. Á. BARROSO

En 1929 se jugó en San Mamés el famoso «partido de las ranas» entre el Athletic de Bilbao y el Real Madrid . Fue en semifinales de Copa y el diluvio dejó el campo hecho un lodazal. Ganaron los blancos, que luego perdieron la final con el Español en Mestalla, también en un terreno de juego impracticable por las fuertes lluvias. Para llegar al estadio los aficionados tuvieron que sortear barrizales y charcos que parecían lagunas. Aquel año, por cierto, nació la Liga española. El partido de Ipurúa , ese estadio para poco más de 5.000 espectadores, vetusto y entrañable, recordó aquellos tiempos heroicos, de juego directo y práctico, donde los estetas del césped impecable en altura, humedad y limpieza habrían pasado un mal trago

El Atlético de Madrid entendió mejor que el Éibar cómo había que moverse en ese hábitat cenagoso [Así hemos contado el partido] y con una gran simplicidad sentenció al Éibar en la primera parte. Presionando muy arriba, colgando balones en el área –donde cada rechace, rebote o resbalón podían provocar un incendio–, los rojiblancos pusieron una distancia sideral en la primera media hora de juego. En esa interpretación perfecta nadie desafinó, pero estuvieron especialmente lúcidos Tiago, en el reparto de cartas, y Griezmann y Mandzukic en el remate.

Griezmann, en su línea

El extremo francés está de dulce , goleando y asistiendo. En el primer tanto, tras perfecto pase de Raúl García en la frontal del área, definió con un tiro raso y cruzado; el balón pareció hacer «aquaplaning». En el segundo, centró desde la izquierda al palo contrario, donde apareció Mandzukic para empalmar a la red. Dos minutos después, el croata aprovechó un despeje defectuoso de la zaga local para hacer el tercero. Si no cayeron más en la primera parte fue porque el barro también se pegó a los tacos de las botas del conjunto rojiblanco, y porque Irureta realizó una gran parada a un disparo lejando de Saúl. El Éibar solo pudo acortar distancias en un remate a bocajarro de Piovaccari que interceptó Moyá.

El resultado era desolador para el Éibar, y Garitano realizó los tres cambios en el entreacto –sin guardarse nada por si había damnificados en el lodo–, dejó una línea de tres atrás, reforzó el centro del campo y adelantó sus huestes. La entrada de Javi Lara por un desafortunado Errasti dio más dinamismo al ataque. Los locales disfrutaron de muchas jugadas a balón parado, un recurso razonable dada la pesadez del piso, pero no hubo forma. El Atlético no perdió el sitio, dejó que su rival se agotara persiguiendo el balón y dio muestras de peligro en sus aproximaciones.

Pero el segundo acto fue un pálido reflejo del primero, y solo el resquemor entre Mandzukic y Lillo (el defensa se mosqueó por una rabona del delantero y ya no le dejó respirar) proporcionó un poco de picante. El Éibar logró, al menos, una pequeña recompensa a su esfuerzo con un gol postrero: Saúl Berjón retrató a Siqueira por la banda y centró para que Piovaccari marcara.

El Atlético disfruta en el barro

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