Y mientras España se mueve
Es increíble que en pleno 2016 se mantenga ese sentimiento atávico de propiedad sobre un recurso natural que cae del cielo: el agua
Mientras crece la incertidumbre por la demora de un Gobierno estable que ponga fin a casi tres meses «en funciones», España sigue moviéndose en su cotidianidad y vuelven a la actualidad sus males endémicos. La insolidaridad hídrica, por ejemplo. Es increíble que en pleno 2016 se mantenga ese sentimiento atávico de propiedad sobre un recurso natural que cae del cielo: el agua. Y que, si no se emplea, va a morir irremediablemente al mar. Urge reeditar un gran pacto en torno al aprovechamiento de los cauces de nuestros ríos, con el fin de obtener un efecto multiplicador en los distintos territorios que claman por el líquido elemento que ellos no tienen, y que otros desaprovechan. El caso de la huerta mediterránea es la mejor evidencia de lo que se puede hacer con un mínimo de racionalidad y de solidaridad. Pero también, al mismo tiempo, puede ser la muestra de la ruina colectiva que se deriva del egoísmo y las miras cortas. Los problemas siguen sobre la mesa haya o no Gobierno, se pongan o no de acuerdo nuestros políticos. Porque, a pesar de todo, España se mueve.