Vergüenza

Que el portavoz de ETA haya sido recibido en el Parlamento de Cataluña es como si a un nazi le dejan hablar en el Bundestag

Bieito Rubido

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Cuando las personas pierden la decencia, su prójimo no puede respetarlas. Es lo que ocurre con Arnaldo Otegui y los independentistas catalanes. Tras tanta vileza, es imposible incluso mirarlos con la condescendencia del perdón que se espera de los demócratas civilizados. Que el portavoz de ETA haya sido recibido en el Parlamento de Cataluña es como si a un nazi le dejan hablar en el Bundestag. Cuando pasen los años y dentro de medio siglo se estudien estos tiempos, los nietos de muchos nacionalistas que utilizaron el supuesto amor a su tierra para justificar los asesinatos de la banda terrorista –cuando no para cometerlos o cooperar con ellos– se avergonzarán. Probablemente, ni siquiera querrán leer la página más negra de sus antepasados. Esa crónica oscura y brumosa por la que miles y miles de personas dejaron sus casas, otras fueron extorsionadas, otras secuestradas y casi un millar, incluidos niños y mujeres embarazadas, asesinadas. Repudiarán sus propias huellas. Un solo bien puede haber en el mal, escribió Séneca: la vergüenza de haberlo hecho.

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