Suicidio, no inmolación

El uso del término correcto resulta trascendente en la comunicación. En todas las guerras, la primera batalla que se pierde es la de las palabras y, a partir de ahí, hasta la derrota final. En los atentados de París, ningún terrorista se inmoló. Inmolarse es dar la vida por una causa noble y por el bien común. Es una expresión cargada de nobleza, que no merece ser mancillada por esa perversión del lenguaje que la urgencia informativa acaba imponiendo en el periodismo. Los yihadistas de París, como los de Leganés, no se inmolaron. Primero asesinaron a decenas de inocentes y alguno murió en la refriega, y hasta pudo tener la cobardía de no enfrentarse a la demoledora realidad que había provocado. En todo caso, los terroristas se suicidaron de manera violenta. No caigamos en la tentación de utilizar un vocabulario que indulta a los asesinos. No pretendo dar consejos a mis colegas que, como yo, saben equivocarse solos, pero sería bueno que no atribuyamos dignidad alguna, ni siquiera de manera inconsciente, a quienes tanto dolor y tanto terror han sembrado con su sangre.