Presunción de inocencia

Soria ya sufrió en su día las tribulaciones de las acusaciones falsas para alcanzar metas oscuras y de corto alcance

BIEITO RUBIDO

Uno de los males de nuestro tiempo es la degradación de la política por parte del común de los ciudadanos, hasta el punto de que cualquier persona, por el mero hecho de dedicarse a esa noble tarea, pasa a ser sospechosa de corrupta. Ese descrédito viene muy bien a los populistas. Hacen tabla rasa y todo lo que no sea ellos se desprecia como «casta descompuesta». El ejemplo más reciente es el del ministro José Manuel Soria, que ya sufrió en su día las tribulaciones de las acusaciones falsas, utilizadas por parte de la opinión pública y, muy especialmente, por determinados medios, para alcanzar metas oscuras y de corto alcance. Por eso creo que los políticos, todos, tienen el mismo derecho que cualquier otro ciudadano a la presunción de inocencia y que no se puede condenar a nadie en base a investigaciones superficiales, a veces poco matizadas y en muchos casos cogidas con alfileres. No pretendo defender a nadie en concreto. Tampoco excusar al poder de sus responsabilidades. Pero la calidad de una democracia se mide, por encima de todo, por el respeto al Estado de Derecho. Por ejemplo, a la presunción de inocencia.

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