La perversión de prohibir

La terca realidad es que los neumáticos estaban ahí. Era una evidencia incontestable. Habría sido mejor autorizarlo y regularlo

Bieito Rubido

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Prohibir crea tentaciones, reza el viejo aforismo oriental. Prohibir también crea situaciones como la del cementerio de neumáticos de Seseña. No haberles dado licencia y tolerarlo, haciendo la vista gorda, es la forma más perversa e idiota de entenderse con la ley. El derecho no sirve para nada. Si en lugar de practicar la política habitual de nuestros ambientalistas de oponerse a todo el cementerio de Seseña se hubiese autorizado y regulado, con toda seguridad no estaríamos asistiendo ahora al esperpento de las autoridades echándose las culpas unas a otras mientras el supuesto propietario está huido. Un dueño que se fuga no se ocupa de la seguridad ni de sus responsabilidades. La terca realidad es que los neumáticos estaban ahí. Era una evidencia incontestable. Habría sido mejor autorizarlo y regularlo. De esta manera estaría vigilado, con normas de seguridad, y el incendio no se habría producido. En muchas ocasiones prohibir solo sirve para crear delitos y delincuentes.

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