Pedante, pedantuelo y pedantorro
Desde mi punto de vista, el líder de Podemos cometió ayer varios errores: enseñó los dientes, rompió puentes con posibles aliados y ofreció un catálogo bastante pobre de citas
Pocas cosas afean más al hombre que la vanidad. Prolifera en gente no demasiado formada que, sin embargo, aparenta lo contrario. No voy a tachar de vanidoso a Pablo Iglesias, y menos de ignorante, aunque tampoco creo yo que esté a la altura del caudal de conocimiento de tantos y tantos buenos parlamentarios que dejaron su huella en el diario de sesiones de la Carrera de San Jerónimo. Desde mi punto de vista, el líder de Podemos cometió ayer varios errores: enseñó los dientes, para mayor inquietud de esa parte de la sociedad asustada con el verdadero rostro del populismo; rompió puentes con posibles aliados, cometió la novatada de pensar que con él empieza la historia del parlamentarismo y ofreció un catálogo bastante pobre de citas. Don Miguel de Unamuno distinguía entre «pedante», «pedantuelo» y «pedantorro». El «pedante» es el que llena sus intervenciones de citas, empleadas con corrección. El «pedantuelo» las atribuye a la persona que no las dijo. El «pedantorro», directamente, las hace suyas. Todos somos hijos de nuestras lecturas. Pero el afán desmedido por demostrar lo leído que está uno denota que no hay otra cosa que enseñar.