Pasarán los años

La luz cegadora de la corrupción lo eclipsa todo. No es para menos. Una injusticia nunca justifica otra, aunque también es cierto que escandalizan más los abusos políticos de un lado que los del otro, a pesar de que en los tribunales hay casi mil casos y en el reparto toca prácticamente igual a un partido que a otro. Cuando discurran los años y se analice este tiempo sin las urgencias ni ansiedades del presente, tal vez concluyamos que fue intenso, apasionado e ingrato. Ahora se confunden valores y emociones. La guerra parece paz. Y lo que es peor: los demagogos pasan por hombres de Estado, mientras los políticos solventes acaban apartados, como la moneda mala expulsa siempre a la buena del mercado. El sentido común resulta hoy revolucionario y la libertad se ejerce a base de decir lo contrario que el discurso del Ibex-35, que es lo mismo que proclaman las cadenas de televisión de extrema izquierda y alma capitalista. Final: me tropiezo con una española que vive desde hace 40 años en Boston y me reprocha asombrada que no celebremos nuestro crecimiento del PIB, ni la bajada del paro ni el auge del turismo. Pues eso, pasarán los años…