El astrolabio
En el nombre de Eco
En los últimos tiempos, me da la impresión de que se van más amigos que nunca, y también grandes referentes que de alguna manera han marcado mi vida
En los últimos tiempos, me da la impresión de que se van más amigos que nunca, y también grandes referentes que de alguna manera han marcado mi vida. Se suele decir que la muerte inmortaliza a los seres queridos en nuestro recuerdo. La de Umberto Eco fue una buena existencia, fecunda, generosa, cargada de talento. Cuando se vive así, se muere con dulzura. A su lucidez, a su pensamiento, a su legado intelectual, le debemos el homenaje diario, aquel que tanto le gustaba, cuando escribió que no había relato más bello que el que protagonizaban su mirada y las estrellas. El misterio de los cielos estrellados de las noches de verano, en su Alessandria natal, resultó ser fuente de inspiración para uno de los sabios de la Europa reciente. Parece que quedan pocas cabezas como la suya. Él se atrevía a decir que «las redes sociales dan derecho a hablar a legiones de idiotas» o que «el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad». Lo duro es que cada día se escuchan menos voces como la de Umberto Eco, dispuestas a contradecir a la legión de necios de lo políticamente correcto.