No estamos locos

En política, sobre todo en la democrática, nos podemos pasar la vida hablando. Hablar por hablar, aunque no sepamos muy bien para qué. Hablemos todo lo que haga falta, como le agrada predicar a una parte de la izquierda inexperta que ahora dirige el PSOE. Hablemos, vale, pero cumplamos las leyes. Si de repente las vulneráramos de manera flagrante y calculada, sobrevendría un tiempo calamitoso, casi tan malo como aquel que profetizaba Elías: "Algún día os gobernarán los niños, y será el peor de vuestros días". Vivimos una época de confusión, repitiendo errores que ya nos llevaron a clamorosos fracasos. España puede entrar en un nuevo círculo virtuoso de empleo y consumo, pero una turba en la que conviven el mestizaje de totalitarios, hijos malcriados, indocumentados, derecha pretenciosa, extrema izquierda y analfabetos históricos parece querer jugar a ver quién es el último en pisar el freno justo antes de asomarnos al precipicio. Tranquilos, los españoles tenemos muchos defectos, pero todavía no estamos locos. Todavía… claro.