No cierres los ojos
Nos empeñamos en mirar a la guerra de Siria. No eran nuestros muertos ni nuestra religión. Pero Siria ha llegado a las puertas de nuestras casas

Creer que lo que ocurre en Siria o en Afganistán no tiene nada que ver contigo es un grave error de perspectiva. Cuando se contaminan los ríos de la selva peruana, algo tuyo se emponzoña. Cuando se deforesta la selva amazónica, también tus raíces languidecen. La globalización nos ha alcanzado en todos sus efectos. El bien común ya no puede quedar reducido al primer kilómetro sentimental de nuestro particularísimo mapamundi. Durante meses y meses, nos empeñamos en mirar a la guerra de Siria. No eran nuestros muertos ni nuestra religión. Quedaba lejos. Pero Siria ha llegado a las puertas de nuestras casas. Nos conmovemos ante el cadáver de un niño en la playa. Gracias a ese zarpazo emocional, hacemos las paces con nuestra conciencia y volvemos a chapotear en ciénagas de egoísmo y prosaicas preocupaciones. Pero la tragedia continúa. Desentenderse de ella, pagar para no ocuparse, aplazar las soluciones, ceder la responsabilidad a otro, no deja de ser autoengaño. Están aquí y no se irán. Considerarlos adversarios va contra nuestra propia naturaleza. Cerrar los ojos no cambiará la terca realidad.