A imitar
Los recientes triunfos de Nadal vuelven a convertir al tenista en paradigma de las buenas virtudes que cimientan la arquitectura humana
En la España envilecida de nuestros insomnios, no todo son malos ejemplos y peores noticias. Rafa Nadal, reconocido desde hace años como la mejor imagen de una España joven, arrastraba derrotas en los últimos tiempos, casi como el presagio del fin de su ciclo de gloria. Sin embargo, sus recientes triunfos vuelven a convertirlo en paradigma de las buenas virtudes que cimientan la arquitectura humana. A su constancia, humildad, patriotismo, serenidad, prudencia o discreción, añade ahora la capacidad de superarse frente a la adversidad. No existe biografía en el mundo que no se haya escrito sin etapas de descenso al infierno y tropiezos con el cruel rostro del fracaso. Las victorias y las derrotas, tan impostoras las unas como las otras, se hallan intrínsecamente unidas por ser hijas de la misma naturaleza. Pero solo aquellas personas que saben levantarse del suelo merecen ser ejemplo. En este caso, Rafa Nadal.