Idus de marzo

Los oradores que hoy y mañana suban a la tribuna del Congreso de los Diputados se ampararán, seguro, en el cansino discurso de la ingenuidad bienintencionada

Patxi López, presidente del Congreso de los Diputados ÁNGEL DE ANTONIO

BIEITO RUBIDO

Comienza marzo, pero los idus no se esperan hasta el 15. Reflejan lo mejor y lo peor de la historia política: los éxitos y la traición. Ambos estarán presentes en el debate de investidura que comienza esta tarde. El éxito de la democracia en España, con casi cuarenta años de sólida experiencia; y la traición que algunos pretenden perpetrar a valores esenciales del sistema, mientras envuelven esa felonía en la parafina del «buenismo». Los oradores que hoy y mañana suban a la tribuna del Congreso de los Diputados se ampararán, seguro, en ese cansino discurso de la ingenuidad bienintencionada que, sin embargo, se olvida de los problemas cotidianos de la gente. Es como si la España real discurriese por un lado, y la política y parlamentaria, por otro. Nada pasaría si no fuese porque la segunda termina por causar más de un desaguisado a la primera. Hay que pactar, como en tantas otras ocasiones, pero no a cualquier precio, y menos burlando las reglas del juego. Por ejemplo, la de que gobierne el más votado. De lo contrario, los idus de marzo nos mostrarán su peor rostro: el divorcio entre la ciudadanía y sus representantes.

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