Esa forma de mirar a España
Si Sánchez pretendía protagonizar el primer acto electoral de la nueva campaña, no dude que ofendió a la inteligencia de millones de ciudadanos

Escasa vocación política la de Pedro Sánchez. O se reserva una sorpresa para el viernes o este largo camino para llegar a ninguna parte podía habérselo ahorrado a él, al PSOE y a España entera. Ayer abrió su intervención con alabanzas al diálogo, tras haber vetado hasta 17 veces a quien encabeza la lista más votada y haberse jactado de no escucharlo siquiera. Su actitud bascula entre el cinismo y el despropósito. Ni una sola cita a la corrupción de su partido. Ni una puerta a la esperanza para los parados andaluces, la comunidad donde un gobierno soporta la mayor tasa de desempleo. Ni una autocrítica a su modo de interpretar y gestionar el resultado de las urnas. Corta oferta moral, pobre altura intelectual en su discurso de investidura. Si con él Sánchez pretendía protagonizar el primer acto electoral de la nueva campaña, no dude que ofendió a la inteligencia de millones de ciudadanos, algunos de ellos dispuestos a votarlo a nada que abandonase el sectarismo y esa forma maniquea de mirar a su país.