El dudoso valor de lo innecesario
Cabe esperar que el secretario general del PSOE haya aprendido y no vuelva a empujar a su país al borde del precipicio
Pedro Sánchez amagó ayer una especie de disculpa por haberle dicho a Rajoy que no era una persona decente, durante la pasada campaña electoral. Lo hizo por la mañana en el programa de Carlos Herrera, en la Cope. Solo un rato después, ya matizó el arrepentimiento. A muchos españoles, posibles votantes del candidato socialista, les habría gustado, sin embargo, que pidiese perdón también por habernos traído hasta aquí. Él, y sólo él, tras negarse más de diecisiete veces a escuchar a Rajoy, montó un circo que no ha servido para nada y bloqueó la gran coalición que nos habría dado estabilidad en un momento difícil. Cabe esperar que el secretario general del PSOE haya aprendido y no vuelva a empujar a su país al borde del precipicio. La aritmética parlamentaria no dejaba lugar a dudas: pudo acortar todos los plazos. Primero, aceptando la invitación del PP. Después, sin forzar la máquina, cuando sabía que no lograría suficientes apoyos. ¡Cuántas veces hemos lamentado que lo innecesario es un error! Algo sí hemos ganado en este tiempo: hemos sabido que los disfraces de modernidad de los "nuevos" políticos sólo son eso, disfraces.